Unión Europea: la democracia a la deriva

Justine Rodier, traducido por Melina Arellano
24 Juillet 2015



Desde los inicios de la Unión Europea, pero más aún hoy en día por la crisis, la gran mayoría de los ciudadanos europeos se siente desamparada ante la comunidad. La democracia europea ha sido cuestionada una y otra vez y se han creado nuevos procedimientos para favorecer la intervención ciudadana en el espacio europeo. Falta de confianza evidente de la población europea, incomprensión, desconocimiento de sus instituciones… ¿Y si una nueva plataforma en línea pudiera reconciliar a Europa con sus ciudadanos?


Crédito DR
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OpenPetition es el nombre de la nueva plataforma en línea realizada por jóvenes ciudadanos alemanes. Su objetivo es crear peticiones en línea para alertar a los europeos sobre lo que pasa en Europa. La idea central es, ante todo, darles herramientas a los ciudadanos para que expresen su desacuerdo en relación con la política que se lleva a cabo en Europa, una política cada vez menos popular.

Sin ninguna orientación política, ni de derechas ni de izquierdas, el eslogan de la plataforma no podría ser más claro: “Creemos una democracia más viva en Europa”. Después de haber tenido un éxito bastante significativo en Alemania, ahora para sus creadores lo ideal sería encontrar voluntarios para traducir la plataforma a todos los idiomas y así difundirla más extensamente. Y es que la democracia europea le atañe a los 28 países de la Unión y no se detiene en la cuna alemana.

Aunque todavía debe extenderse, según los gustos de sus creadores, OpenPetition ya está en expansión hoy en día, un punto muy positivo para la democracia. Esto se debe a la voluntad creciente de los europeos por volver a participar en los retos políticos de la Unión, de los cuales se sienten a menudo excluidos.

Antes de hablar de todas las formas de democracia en Europa, es importante conocer las cuatro instituciones sobre las que está fundada la Unión Europea. En primer lugar está la Comisión, que propone las leyes y es el órgano central de la comunidad: representa el interés común. Le sigue el Consejo de Ministros, el cual vota las leyes propuestas por la Comisión en codecisión con el Parlamento, la tercera institución. La cuarta es el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, el cual no tiene un papel en el proceso de decisión de las leyes, al contrario de las tres instituciones precedentes, sino que vigila que los estados miembros respeten las leyes votadas por el Consejo de Ministros y el Parlamento.

El Parlamento es la única institución compuesta por representantes elegidos. Es el único que representa los intereses del pueblo. En efecto, los parlamentarios son elegidos a través de un sufragio universal directo durante las elecciones europeas que se realizan cada 5 años. Se le invita a cada uno de los ciudadanos de los 28 países a votar en estas elecciones y expresar así su preferencia política en la escala europea. En cambio, los ciudadanos no eligen a los representantes de la Comisión ni del Consejo, los cuales son designados en función de sus importantes competencias técnicas.

Aunque el Parlamento parece ser la única instancia democrática en la Unión Europea, la abstención creciente y el hecho de que los parlamentarios recurran a agentes exteriores nos llevan a cuestionarnos sobre el lugar que verdaderamente se les da a los ciudadanos de la Unión a lo largo del proceso de toma de decisiones.

La insuficiencia democrática del Parlamento

La carencia democrática del Parlamento Europeo se debe en parte a la poca visibilidad de esta institución. Los medios de comunicación prácticamente no hablan de las acciones del Parlamento Europeo, por lo que los ciudadanos nunca saben qué pasa realmente y también ignoran qué hacen los diputados por los que votaron. Los medios tampoco abren debates a través de los cuales los ciudadanos puedan expresar sus impresiones o dar su opinión sobre el Parlamento. Así pues, los ciudadanos europeos se encuentran bastante alejados de las corrientes de pensamiento de la institución, lo cual no los incita a interesarse por ella.

Esta distancia creciente entre parlamentarios y ciudadanos provoca que la confianza de los europeos hacia la institución disminuya. Esta desconfianza se traduce, sobre todo, en una tasa de abstención que rompe records año tras año. En las elecciones de 2014, la tasa de abstención alcanzó más del 56%. Por lo tanto, aunque es cierto que los parlamentarios son elegidos al cabo de un proceso de “democracia representativa”, no sería infundado dudar de este término. ¿En verdad es apropiado usarlo sabiendo que la tasa de abstención roza el 40 o 60%? Es por eso que la comunidad europea tiene derecho a examinar la verdadera legitimidad de los representantes en el Parlamento.

Más allá de las cuestiones de abstención, otros elementos contribuyen a aumentar las críticas democráticas del Parlamento. Para votar con conocimiento de causa, los diputados deben comprender todos los aspectos técnicos del proyecto de ley que ha sido propuesto. Por ejemplo, si se trata de un proyecto de ley sobre la agricultura europea, es necesario que los parlamentarios, antes de posicionarse y de votar, tengan una buena comprensión del texto. En este caso preciso, deberán tener conocimientos del ámbito de la agricultura.

Ahora bien, los parlamentarios no son especialistas y no tienen los conocimientos técnicos requeridos para tratar ciertas problemáticas precisas, por lo que tendrán que recurrir a expertos, es decir agentes exteriores que dominen perfectamente el área en cuestión. Al final, son esos expertos los que contribuyen en la orientación de las decisiones de los parlamentarios, ya que éstos se basan en sus recomendaciones. Ahí encontramos una nueva fuente de carencia democrática: los agentes exteriores influyen de cierta manera en las decisiones tomadas por los parlamentarios, ellos no son nada democráticos pues nadie los eligió.

Un paso más hacia la democracia con la iniciativa ciudadana europea

La iniciativa ciudadana europea, mejor conocida bajo las siglas ICE, nació con el tratado de Lisboa, que entró en vigor en el 2009. La ICE obliga a la Comisión a tomar en cuenta cualquier reivindicación expresada a través de una petición que haya reunido un millón de firmas como mínimo. Las firmas deben provenir de al menos siete países diferentes. Si la petición tiene suficiente éxito, entonces la Comisión deberá intentar traducir esas reivindicaciones ciudadanas en legislación.

Aunque la ICE está muy poco presente en los medios hoy en día, hay que reconocer que este avance es un paso más en el sentido de la democracia europea. A pesar de que se creó en el 2009, el procedimiento de la ICE se hizo efectivo oficialmente en abril de 2012 y desde entonces se han lanzado 50 peticiones. Sin embargo, solo tres de ellas han correspondido a todos los criterios necesarios para llegar hasta la oficina de la Comisión Europea.

Para que una petición sea admisible ante la Comisión, debe responder a numerosas condiciones además del millón de firmas requeridas. Primero que nada, la petición debe ser admisible jurídicamente, es decir que es necesario que las reivindicaciones expresadas puedan ser instauradas y correspondan a las reglas jurídicas ya existentes. Las solicitudes no deben ser “fantasiosas”, “abusivas” o “vejatorias”. Para llegar a la Comisión, también es imperativo que el objeto de la petición no viole los valores fundamentales de la Unión Europea.

Entre el gran número de peticiones invalidadas se encuentra una que pedía la instauración de un referéndum europeo para una mayor participación ciudadana directa. Aquella que solicitaba la refundación democrática de las instituciones de Europa tampoco cumplió su cometido. Según la Comisión, estas dos reivindicaciones implicaban la modificación de ciertos tratados fundamentales de la Unión, cosa que la institución no podía hacer, razón por la cual habría rechazado ambas peticiones.

De manera global, aunque la mayoría de las reivindicaciones nunca lleguen a concluirse, la ICE representa un progreso democrático significativo. En efecto, incluso aquellas peticiones que fracasan permiten integrar en el espacio de discusión europeo temáticas escogidas por el pueblo, lo cual incita a las instituciones a ocuparse de esas problemáticas.

Asimismo, la ICE le incumbe a los ciudadanos hoy en día ya que son ellos los que lanzan las peticiones, pero nada impide que dentro de algunos años actores de mayor importancia e influencia sean los que inicien nuevas reivindicaciones ciudadanas. Esos nuevos agentes podrían ser unas ONG, por ejemplo, o sindicatos que tengan más peso y que así podrían penetrar en el espacio europeo de manera más fácil.

La Iniciativa Ciudadana Europea resulta ser entonces un paso significativo en la progresión de la democracia en Europa, aunque aún queda progreso por hacer, comenzando por la presencia en los medios de la ICE. Algunas personas hablan de una “nueva revolución” que sería humanista y pacifista. La ICE les permitiría a los ciudadanos expresar sus desacuerdos y luchar a favor de sus intereses, sin que por ello haya enfrentamientos violentos dentro de la comunidad.

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