Atardecer en el rio Irrawaddy. Crédito: Gemma Kentish
El turismo ético es un aspecto importante que se debe tener en cuenta en todo el mundo, y aún más en Myanmar. De 1962 a 2011, el país, bajo el régimen militar, fue señalado con el dedo por la comunidad internacional por el abuso contra los derechos humanos. La primera elección general en 20 años se llevó a cabo en el 2010. En el 2012 otra elección permitió a la activista por la democracia Aung San Suu Kyi y su partido "National League for Democracy" (Liga Nacional para la Democracia) conseguir muchos escaños en el parlamento. Desde entonces, el gobierno ha puesto en marcha una serie de reformas, liberó a muchos presos políticos y creó un gobierno civil más democrático. A pesar de un cierto nivel de democratización, el mismo régimen militar sigue en el poder, y controla una gran parte de la industria del turismo.
Después de décadas de aislamiento político y económico, el turismo en Myanmar constituye recientemente una industria en crecimiento. El país permanece inexplorado en su mayor parte, por lo que se puede disfrutar de una experiencia única de viaje en el sudeste asiático. Pero las cosas cambian, y muchos proyectos de desarrollo han surgido en poco tiempo, con el fin de gestionar mejor este nuevo mercado.
Pescador cojo en el Lago Inle. Crédito: Gemma Kentish
Desde 1996, la Liga Nacional para la Democracia (LND) había puesto en marcha un boicot del turismo, haciendo un llamamiento a los occidentales para que no fueran a Myanmar y por lo tanto no participaran en la financiación del régimen militar. Sin embargo, en el 2010, con las nuevas reformas, la LND eliminó su boicot, animando a los turistas a que fueran, con el fin de mantener la economía local. Así pues, el gobierno pretende prohibir la compra de paquetes turísticos con todo incluido para que las organizaciones gubernamentales no sean las únicas que se beneficien.
Templos en Bagan. Crédito: Gemma Kentish
Myanmar es más caro que otros países del sudeste asiático. Hay impuestos para los turistas en todas partes: para entrar en algunas partes del país, hay que pagar una cantidad en dólares estadounidenses, la cual ha aumentado muy rápidamente. Según la guía Lonely Planet, publicada a finales del 2014, antes se pagaba 15 dólares para entrar en la histórica ciudad de Bagan. Seis meses después de la publicación de la guía, todas las tasas para los turistas incrementaron y el costo de la entrada a Bagan es ahora de 20 dólares. Lo cual es comprensible teniendo en cuenta que el objetivo es preservar el patrimonio del país, pero es innegable que el dinero va directamente a las manos del gobierno militar.
Sierras Rakhine Yoma. Crédito: Gemma Kentish
La región de Bagan es maravillosa: después de escalar una pagoda, se puede ver el horizonte, el cual revela una interminable serie de antiguos templos en la llanura. Después de ver este paisaje, es fácil comprender por qué se conoce a Myanmar bajo el nombre de Tierra Dorada: su entorno místico está indudablemente arraigado en la tierra. Alrededor de Bagan quedan algunos albergues locales, pero las construcciones de grandes estructuras que acogerán a los hoteles de lujo se multiplican. Estos hoteles serán terminados muy pronto. Este lugar, sometido a la globalización, pronto será invadido por el flujo de turistas.
Una manifestación prodemocrática en Yangon. Crédito: Gemma Kentish
En Yangon, una manifestación estuvo a punto de violentarse, una semana después de que el parlamento rechazara un proyecto de ley para cambiar la actual constitución, y otorgarle la presidencia a Daw Aung San Suu Kyi. Un centenar de personas salieron a la calle para manifestarse, pidiendo la retirada de las tropas que se apoderaron de una cuarta parte de los escaños en el parlamento, y bloquearon la reforma. Los manifestantes acorralaron a muchos dirigentes militares en la muchedumbre y mostraron su frustración siempre presente contra el gobierno actual.
Paseando por las calles de Rangun. Crédito: Gemma Kentish
Myanmar ve cómo aumenta la presión de su población, que exige más democracia, pero también sigue siendo el escenario de muchos de los conflictos violentos y las tensiones étnicas. El gobierno ha sido repetidamente criticado por violar los derechos humanos. A principios de este año, la difícil situación de los refugiados rohingya musulmanes - de acuerdo con la ONU, la etnia más perseguida en el mundo - fue noticia cuando miles de ellos trataron de escapar, buscando refugio en los otros países del sudeste asiático. Otros grupos minoritarios también sufren, por la violenta persecución del régimen militar, como los Karen o los Shan, a menudo olvidados por los medios de comunicación occidentales.
Monjes budistas por la ciudad. Crédito: Gemma Kentish
El turismo puede ser muy beneficioso en Myanmar: puede crear empleos, estimular el crecimiento y el desarrollo económico. Sin embargo, con el aumento del turismo, las zonas antiguamente consideradas como vírgenes se transformarán, e inevitablemente estarán expuestas. Por otra parte, con el régimen militar en el poder, la problemática de a dónde van los impuestos turísticos sigue siendo la misma y opacará el espíritu de los turistas más conscientes. A pesar de que el gobierno prevé un año de mucho augurio turístico para Myanmar en el 2016, los problemas sociales y conflictos internos persistirán, y con ello el riesgo de reducir las posibilidades del crecimiento de la industria del turismo.