Credito Pat Sullivan
En Estados Unidos, los ex reclusos sufren de presión social, la cual, combinada a una falta de capacitación, complica su reinserción laboral al obtener su libertad. Ellos luchan por encontrar un empleo honesto pero están tentados por retomar sus antiguos trabajos ilegales sobre todo porque muchas veces son más rentables. Precisamente esto fue lo que inspiró a Catherine Rohr, fundadora del “Prison Entrepeneurship Program” (PEP). Según ella, las aptitudes de un narcotraficante son las mismas que las de un hombre de negocios. El PEP es un programa académico equivalente a una formación universitaria y cuyo objetivo es desarrollar el potencial de los presos para que éstos puedan poner en marcha su propia empresa al salir de prisión.
Romper el círculo vicioso
El programa es muy selectivo y empieza con una convocatoria a los presos de las cárceles de Texas, proponiéndoles participar en el “Business Plan Competition”, el cuál al final del curso premia el mejor proyecto empresarial propuesto. Para ser seleccionado, es necesario tener una pena inferior a cuatro años y no estar preso por delitos sexuales. Los participantes son orientados por voluntarios y profesionales del mundo de los negocios durante cinco meses, al final de los cuales, deben exponer su proyecto durante treinta minutos a un jurado integrado por empresarios. El premio al mejor proyecto es otorgado durante la entrega de diplomas. “Para la mitad de nuestros alumnos ésta será la primera vez que usen toga y birrete, e invitaremos a sus familias para que se sientan orgullosos de ellos, quizá también por primera vez”. No es en Wall Street que pueden vivirse momentos como estos, añade Catherine Rohr.
Credito Amanda Yarger
Richard Chavez Jr. participa en el programa y planea abrir un centro de acogida y orientación para jóvenes en el 2020. “Toda mi vida fui un egoísta, pero ahora me toca dar a mí” declara. El costo estimado de su proyecto es de 50.000 dólares por lo que busca el financiamiento activamente. Más allá de su contribución a la sociedad, estos proyectos, garantizan a los presos la posibilidad de encontrar un trabajo una vez en libertad, ya que para entonces serán empresarios. Desde el 2014, 165 graduados del PEP han abierto sus empresas exitosamente. El blog Iwasinprision recopila testimonios donde se mencionan no sólo las oportunidades que el programa ofrece sino también los cambios afectivos experimentados por los ex reclusos. José M., participante de la promoción número 20, declara: “Gracias al PEP y a los valores fundamentales, hoy soy un hombre nuevo”.
Mucho más que clases de ciencias económicas…
Los diez valores fundamentales son reglas inherentes al PEP que todos; presos, profesores y voluntarios, deben seguir. Confiabilidad, amor, segunda oportunidad, etc. la ética del programa se define por estos principios. Por ello, los presos deben familiarizarse con este nuevo vocabulario con miras a su futura reintegración en el mundo laboral. Con esta finalidad, las clases se complementan con talleres de sensibilización (sobre el respeto a las mujeres, entre otros) buenas maneras así como expresión oral. En Estados Unidos, las cárceles sobrepobladas tienen una atmósfera de tensión y de inseguridad. El PEP es un espacio de buena voluntad que trata a las personas en igualdad de condiciones. A su llegada, tanto presos como voluntarios, reciben un sobrenombre deliberadamente tierno como “Sweet Sugar” o “Chocolate Truffle”, una manera de reírse de sí mismo y así crear un ambiente familiar en el entorno severo de un centro penitenciario.
La familia es precisamente la principal preocupación y motivación de cada uno de los presos. Al Massey (o “Granny Panties” como lo llaman sus amigos de la novena promoción) nos cuenta su historia. Consciente de la segunda oportunidad que se le ha dado, piensa aprovechar al máximo los conocimientos adquiridos en el PEP para “estar a la altura de las expectativas de [su] papá”. Como él, la mayoría de los presos admiten haber sido egoístas en el pasado. Efectivamente, la religión ocupa un lugar importante en el PEP, lo cual tiene particularmente su origen en la cooperación con numerosas iglesias, las cuales contribuyen a financiar el programa.
Una influencia creciente
Desde su puesta en marcha en la cárcel de Cleveland en 2004, el PEP ha aumentado en importancia debido a numerosos acuerdos con universidades, las cuales lo ponen en contacto con profesores cualificados. La escuela de comercio Hankamer de la “Baylor University” participa en la formación de emprendedores y considera que el programa tiene exigencias equivalentes a un nivel universitario. Ha sido por iniciativa de dicha escuela, que la ceremonia de entrega de diplomas fue instaurada. El diploma del PEP tiene ya un valor real que le proporciona una creciente visibilidad a nivel nacional.
Credito PEP
Dado que el financiamiento de sus operaciones es cubierto en su totalidad por donaciones privadas sin beneficiarse de ninguna ayuda del Estado, es crucial asegurar el futuro del PEP garantizando una red de donadores fiable. En diciembre de 2014, la fundación Scurlock, un organismo privado de donaciones que subvenciona proyectos filantrópicos y benévolos, otorgó una contribución de 5 años para ayudar a la expansión del PEP en todo el estado de Texas. Gracias a estas subvenciones, el PEP ya ha comenzado a implantarse en otra cárcel.
La iniciativa de dar responsabilidades a los reclusos con el fin de facilitar su inserción se ha mostrado eficaz contra la reincidencia. Gradualmente pareciera que el sistema penitenciario se orienta hacia una práctica similar a la de las prisiones abiertas en Escandinavia, donde se hace un mayor énfasis en la readaptación del preso para reintegrarlo a la sociedad, que en su simple captura.