Créditos Thierry Deschamps
La vigésimo primera conferencia internacional sobre el clima (COP21) reunirá en París-Le Bourget, del 30 de noviembre al 11 de diciembre, representantes de 195 Estados. Un país como Suecia que celebró en 1972, en su capital, la primera conferencia internacional sobre el clima, podría tener un peso especial en el curso de las negociaciones. Su gobierno, dirigido desde octubre del 2014 por una coalición entre los socialdemócratas y ecologistas, tiene como objetivo durante la COP21, afirmar el liderazgo ambiental del país. Basándose en el éxito de su política climática y medioambiental, Suecia quiere mostrar su notable progreso en la materia.
De este modo, Suecia espera apoyar a sus colaboradores para que mejoren, especialmente incitando a la Unión Europea para que revise el incremento de sus ambiciones en términos de reducción de las emisiones de dióxido de carbono, pero también señalando los problemas cruciales como el financiamiento de las políticas climáticas y el uso de nuevas tecnologías. "Al asumir la responsabilidad del cambio climático en nuestro país, mostramos el camino a todas las naciones del mundo", comenta el Ministerio del Medio Ambiente y de la Energía, dirigido por Åsa Romson, también vice-primer ministro y portavoz del Partido Verde.
El gobierno espera un acuerdo ambicioso, dinámico y verdaderamente vinculante entre los países más dispuestos a la cooperación, especialmente los que están más expuestos a los efectos del cambio climático. Suecia pretende ser defensor de los países pobres y vulnerables, los que tienen menos recursos para la lucha contra el cambio climático.
El país escandinavo de 9,5 millones de habitantes puede aspirar a simbolizar ese liderazgo. En 2010, Suecia ocupó el cuarto lugar según el ranking mundial del Índice de Desempeño Ambiental, realizado por investigadores de las universidades de Yale y Columbia, después de Islandia, Suiza y Costa Rica. El país ya ha reducido sus emisiones de dióxido de carbono en un 9% entre 1990 y 2006, convirtiéndose en uno de los países cuyas emisiones de gases de efecto invernadero son las más bajas de los países de la UE y de la OCDE, a pesar de ser uno de los países donde el consumo de energía per cápita es el más alto del mundo.
Suecia no se conforma con lo que ya ha logrado y continúa estableciendo objetivos ambiciosos para las próximas décadas. Estos objetivos incluyen eliminar los combustibles fósiles en el uso de la calefacción para el 2020, la neutralidad de carbono y una mejora del 20% en la eficiencia energética de aquí al 2050. La cuota de las energías renovables en el suministro energético del país ya aumentó a 45%, y se espera alcanzar el 50% en 2020. Este desempeño se debe en gran medida a los esfuerzos realizados por los ciudadanos, lo cual no impide que la economía sueca represente el séptimo PIB per cápita mas alto del mundo, que tengan una tasa de apertura del 90%, el doble de la de Francia, y que mantengan su dinamismo industrial, impulsado por empresas líderes como Volvo, IKEA y Electrolux y que se especialice en productos de alta tecnología y economía verde.
Una cooperación entre lo público y lo privado
Para consolidar los esfuerzos del país, un nacimiento de proyectos florece en varios niveles, involucrando actores tanto públicos como privados. Si el éxito sueco es gracias a la fuerte intervención económica del Estado inherente al modelo socialdemócrata, a pesar de ello esta intervención no ahoga el sector privado. A este sector no le falta el espíritu de iniciativa de apoyo a la lucha por un país verde, con la imagen de IKEA en junio mostró su voluntad de lograr la independencia energética para el año 2020, invirtiendo fuertemente en energía eólica y solar. Tanto los actores públicos como los privados trabajan juntos para construir un modelo de ciudad sostenible, crucial para lograr el equilibrio entre lo ecológico y la creciente urbanización.
En junio, la ciudad de Gotemburgo, segunda ciudad más grande de Suecia, puso en marcha una línea de autobús silenciosa y no contaminante, impulsada por energía eólica e hidráulica, explotando tres autobuses eléctricos y siete autobuses híbridos de la marca Volvo Buses. En esta misma lógica de cooperación, en agosto, la ciudad de Estocolmo puso en marcha un proyecto de "ciudad inteligente" en el barrio de Stockholm Royal Seaport. Se espera que para 2030 las emisiones de gases de efecto invernadero sean netas y negativas gracias a esto. El proyecto, destinado tanto para diseñar un modelo de ciudad a cero impacto ambiental y fomentar la innovación y el empleo, se basa en las nuevas tecnologías para desarrollar una gestión de residuos inteligente a través de una red de recuperación subterránea, o incluso un sistema de programación compartido de los trayectos y desplazamientos.
Históricamente, Suecia prefiere ser discreta en la escena internacional. El temperamento del país lo llevó a no tratar de distinguirse a sí mismo como una potencia a pesar de sus muchas ventajas, ya sean económicas o culturales. Al afirmar su liderazgo ambiental, Suecia podrá aprovechar una valiosa oportunidad para inventar una nueva forma de potencia, conduciendo a sus colaboradores por este camino sin entrar en una competencia internacional estéril.