Marruecos: el camino del paraíso

Carolina Duarte de Jesus, traducido por Brenda Orozco
25 Août 2015



Agadir, ciudad costera de Marruecos, es a la vez muy industrial y turística. No esperaba poder descubrir un lado cultural e histórico del país. Sin embargo, bastaba con alejarse un poco del centro para ver magníficos paisajes.


Puesta de sol en Agadir – Créditos Carolina Duarte de Jesus
Puesta de sol en Agadir – Créditos Carolina Duarte de Jesus
Durante mi estancia, varios marroquíes me preguntaron si ya había ido al paraíso. Creyendo que era una expresión para mostrar la belleza de un lugar, me reía. Pero alguien me explicó por fin que era el nombre de un valle, situado a 40 kilómetros del centro de la ciudad de Agadir. Después de haber visto fotos del lugar, me conquistó: tenía que ir para allá.

El interior de Marruecos

En Marruecos como en cualquier país donde se es turista, se debe tener cuidado para no ser estafado. Por otro lado, también se pueden encontrar personas mucho más amables que en otros países europeos. Fue así como con otros turistas pude compartir un taxi que quiso tomar el papel de guía turístico, llevándonos hacia la tierra, en vez de hacia la costa, explicándonos toda clase de cosas y deteniéndose en los lugares más apropiados para tomar fotografías. Fue así como a las 10 de la mañana, nos fuimos en su Mercedes de los años 70 con casi 900 000 kilómetros en el contador.

Primero pasamos por un pueblo. Muchos pueblos alrededor de Agadir están totalmente pintados de naranja o de rosa, es otro mundo. En la calle podíamos ver camionetas abiertas por atrás que vendían plátanos. De lejos, todo era igual: las entradas de los apartamentos, los restaurantes, los bancos etc. No había grandes fachadas ni grandes diferencias.
Foto del pueblo – Créditos Axelle Kopka
Foto del pueblo – Créditos Axelle Kopka

Después de haber salido de ese pueblo, nos adentramos en la naturaleza rápidamente. Es un tipo de paisaje sorprendente de ver: desierto y árboles, muy seco pero muy vivo a la vez. Había arganeros por todo lo largo del camino. El comercio del argán tiene un lugar importante en Marruecos, sobre todo en Agadir: se hacen aceites, cremas o remedios naturales. Estos árboles no son propiedad privada, son públicos y cualquiera puede acceder a ellos. Esto significa que cualquier persona puede fabricar sus propios productos y venderlos.
Vista al salir del pueblo. Principio del interior del país – Créditos Carolina Duarte de Jesus
Vista al salir del pueblo. Principio del interior del país – Créditos Carolina Duarte de Jesus

Arganeros a orillas del camino – Créditos Carolina Duarte de Jesus
Arganeros a orillas del camino – Créditos Carolina Duarte de Jesus
Yendo hacia el interior del país, los paisajes quitan el aliento. Primero, nos paramos en un lugar donde teníamos una vista de la cordillera del Atlas y más tarde pudimos ver oasis.

Vista de la cordillera del Atlas – Créditos Carolina Duarte de Jesus
Vista de la cordillera del Atlas – Créditos Carolina Duarte de Jesus

Vista sobre un oasis – Créditos Carolina Duarte de Jesus
Vista sobre un oasis – Créditos Carolina Duarte de Jesus
Atrás del oasis se pueden ver casas y también hay una escuela. Todos esos plantíos pertenecen a las familias que viven ahí. No hay una delimitación específica pero todos tienen acceso y pueden recolectar sus propias cosechas.

Vista de la cordillera del Atlas y del fin del oasis – Créditos Carolina Duarte de Jesus
Vista de la cordillera del Atlas y del fin del oasis – Créditos Carolina Duarte de Jesus

Vendedor de objetos turísticos – Créditos Carolina Duarte de Jesus
Vendedor de objetos turísticos – Créditos Carolina Duarte de Jesus
A lo largo del camino también nos cruzamos con varios comerciantes aislados.

Formaciones rocosas – Créditos Carolina Duarte de Jesus
Formaciones rocosas – Créditos Carolina Duarte de Jesus
Entre más te acercas al valle, los paisajes se vuelven más sorprendentes, combinando desierto, plantíos, oasis y formaciones rocosas similares al Gran Cañón. Entre estos escenarios, se pueden distinguir pequeños cafés con terrazas al borde de corrientes de agua. Mesas y sillas, gente con los pies en el agua, lo cual debe ser agradable cuando hace calor mientras se toma un jugo de naranja.

Vendedor de jugos de naranja – Créditos Carolina Duarte de Jesus
Vendedor de jugos de naranja – Créditos Carolina Duarte de Jesus

Terraza en el agua – Créditos Carolina Duarte de Jesus
Terraza en el agua – Créditos Carolina Duarte de Jesus
Llegamos al final del trayecto donde sólo se llega en auto. El resto del camino se debe hacer a pie. Antes de empezar, un café pequeñito vende agua y jugo de naranja fresco. Podíamos ver otros en el camino.

La excursión en el corazón del valle

La caminata duró entre 20 y 30 minutos. Tuvimos que caminar sobre tierra, piedras y hasta tuvimos que escalar un poco algunas rocas. El chofer del taxi, siempre muy amable, nos guio y ayudó en las partes más difíciles. Estaba visiblemente acostumbrado al camino.
Camino de tierra - Créditos Carolina Duarte de Jesus
Camino de tierra - Créditos Carolina Duarte de Jesus

Camino de piedra - Créditos Carolina Duarte de Jesus
Camino de piedra - Créditos Carolina Duarte de Jesus

Camino de piedras - Créditos Carolina Duarte de Jesus
Camino de piedras - Créditos Carolina Duarte de Jesus

Camino de costales - Créditos Carolina Duarte de Jesus
Camino de costales - Créditos Carolina Duarte de Jesus

Algunos peces - Créditos Carolina Duarte de Jesus
Algunos peces - Créditos Carolina Duarte de Jesus

Llegada al paraíso

Finalmente llegamos a nuestro destino, después de un arduo camino. Nos merecíamos el paraíso.
Valle del paraíso - Créditos Carolina Duarte de Jesus
Valle del paraíso - Créditos Carolina Duarte de Jesus

Valle del paraíso - Créditos Carolina Duarte de Jesus
Valle del paraíso - Créditos Carolina Duarte de Jesus

Valle del paraíso - Créditos Carolina Duarte de Jesus
Valle del paraíso - Créditos Carolina Duarte de Jesus

Marruecos: el camino del paraíso

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