La situación en Siria en los albores de un cuarto año de conflicto

Mathilde l’Hôte, traducido por Sylia Amrarene
10 Mars 2015



Siria entra en su cuarto año de conflicto después de haber conocido, en 2014, su año más mortífero. Esta constatación apareció en un informe del Observatorio sirio des los Derechos Humanos, publicado el 1 de enero de 2015. Con 76.000 muertos - 3.000 de más que en 2013 - el número total de víctimas hoy es de más de 200.000 desde 2011. Si bien es difícil darse cuenta de manera exacta del perfil de las víctimas, parece, sin embargo, que todo el conjunto de la población es afectado, particularmente los civiles: el año pasado, no menos de 17.790 murieron. Volviendo a la situación caótica del país.


En los callejones del casco antiguo de Alepoo.  Crédito Jack Hill / SIPA
En los callejones del casco antiguo de Alepoo. Crédito Jack Hill / SIPA
El régimen de Bashar Al-Asad todavía forma parte de las tres fuerzas principales presentes en el país. Sus partidarios siguen ocupando un lugar importante en el oeste de Siria. La batalla de Alepoo es, por eso, uno de los principales retos del conflicto. De hecho, las fuerzas leales rodean la ciudad para aislar a los rebeldes, y así obtener el mismo resultado táctico que en la ciudad de Homs, que volvió a las manos del poder en mayo de 2014. La ciudad, que en esa época tenía no menos de un millón de habitantes, no cuenta más de 100.000 hoy, lo que permite a las fuerzas armadas presentes combatir en el territorio. Hezbolá controla la parte norte del país, lo que apoya considerablemente el régimen. 

Una oposición radical pero dividida

Si la oposición está, ella, dividida, la poderosa subida del frente Al-Nosra, que es la rama siria de Al-Qaeda, tiene lugar. Se reivindica del salafismo yihadista que es secundado por dos otros grupos islamistas radicales. El grupo, muy presente en el sur, hace incursiones en el Líbano y toma rehenes militares para desestabilizar el país y dividir la población libanesa. De hecho, Al-Nosra exige la retirada de las tropas de Hezbolá en el territorio sirio. Un doble atentado suicida, que mató a nueve personas, fue reivindicado por el grupo el pasado 10 de enero en Trípoli, siguiendo esta lógica de intimidación. La presencia del grupo es también considerable en el noroeste del país, donde se encuentra directamente en conflicto con el régimen y la organización del Estado islámico en la ciudad de Alepo. El grupo aprovecha una financiación consecuente por parte de Arabia Saudita, pero también de mecenas ricos de los países del Golfo. Del otro lado, se supone que Turquía también provee armas al frente Al-Nosra. Estos elementos le permitieron reforzar su papel y así, volverse en uno de los oponentes más poderosos. 

El Estado islámico es el principal actor de estos últimos meses, después de imponerse masivamente en los territorios sirio e iraquí. Si su expansión está ahora controlada y no progresa más, no es el caso de su poder simbólico. De hecho, se fortaleció mucho después de los ataques aéreos americanos y occidentales. Paralelamente, la organización supo poner en escena ejecuciones de rehenes, para denunciar los desvíos de los sistemas americano y occidental. Por ejemplo, vistieron cada víctima de uniformes similares a los de los prisioneros de Guantánamo. De manera progresiva, los enemigos de Estados Unidos soportaron la organización, lo que reforzó su legitimidad simbólica en el territorio que reivindica. 

El hecho de que estos dos grupos sean de la oposición y pertenezcan al movimiento de islamismo radical no significa que son aliados. De hecho, haciendo acto de lealtad a Al-Qaeda y a su dirigente Al-Zawahiri, el frente Al-Nosra no reconoció de manera oficial la organización del Estado islámico ni la creación del califato que preconiza Al-Baghdadi. Paralelamente, el mismo Al-Baghdadi renegó su acto de lealtad a la casa matriz de Al-Qaeda. Mientras que los dos grupos pelean para ser los dirigentes del yihadismo a nivel mundial, parece difícil considerar una potencial alianza en la zona por ahora. 

¿Una nueva diplomacia americana?

Los Estados Unidos preconizaron un retiro de la presencia militar en la región, limitando su acción a sus relaciones con los países del Golfo y a la protección de Israel. Pero Obama tuvo que reconsiderar esta política y mandó tropas de nuevo a Irak para combatir el Estado islámico. De hecho, frente a esta nueva amenaza yihadista, la administración americana rehúsa ver a Irán como principal actor de la región, lo que le permitiría obtener Irak. Líbano, Siria, Irak e Irán constituyen el eje chiita del Oriente Medio, directamente amenazado por la organización sunita del Estado islámico, que se declaró anti chiita, como lo explica el artículo ¿Cómo funciona el Estado islámico?. Si Irán pudo aumentar su influencia en la región estos últimos años gracias sobre todo a su alianza con el régimen sirio, sus intereses actuales frente a la organización del Estado islámico son los mismos que los occidentales. Por eso, el país puede ser un aliado potencial de Estados Unidos en este asunto.     

Sin embargo, por culpa de las relaciones diplomáticas difíciles entre los dos países, en particular sobre la cuestión nuclear en Irán, los Estados Unidos no quieren dejarle a Irán un papel demasiado importante contra la organización del Estado islámico. Ahora bien, los americanos no pueden contar con otras fuerzas militares regionales para luchar contra la organización. Si un soporte aéreo era indispensable para la administración de Obama, una intervención terrestre parece difícil por el fracaso de la guerra en Irak, su coste y el número de pérdidas humanas americanas, y hubiera sido complicado convencer a la población americana. Por eso, Obama anunció la formación de rebeldes sirios moderados, que empezará en marzo, con tres objetivos: proteger a la población siria y luchar contra el régimen establecido, apoyar a la oposición siria y atacar la organización del Estado islámico. Se desplegarán varios centenares de militares americanos en marzo en Turquía, Arabia Saudita, Qatar y dos otros países cuyos nombres no fueron revelados, para empezar esta formación. El objetivo es formar 5.000 sirios, y este número puede ser doblado si la operación es un éxito. 

El papel de la Unión Europea

La Unión Europea también tiene un papel preponderante en la crisis siria actual. Después de los atentados que tuvieron lugar en París al principio de enero de 2015, la Unión Europea hizo conocer su voluntad de fortalecer la cooperación con los países árabes contra el terrorismo. Así, una conferencia principalmente organizada por el Reino Unido y los Estados Unidos reunió los miembros de la coalición contra la organización del Estado islámico el 28 de enero pasado. La Unión Europea, después de cortar todos los vínculos diplomáticos con el poder sirio, anunció el envío de un encargado de asuntos a Damas, para tener un acceso más directo a las informaciones sobre el conflicto, y posiblemente abrir negociaciones con el régimen. 

De un punto de vista humanitario, Europa acogió un número importante de refugiados sirios, Alemania sola cuenta 50.000 de ellos. Frente a la falta de dinero de la agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR/ACNUR) anunciada en diciembre de 2014, y a su incapacidad para hacer frente a las necesidades de un número de refugiados que crece, la Unión Europea desbloqueó 170 millones de euros para evitar “una catástrofe humanitaria”. Hoy, 80% de la ayuda humanitaria siria proviene de financiamientos europeos y americanos. 

Esta emergencia humanitaria es aún más grave porque las salidas posibles del conflicto todavía son imprecisas. Es en un clima incierto que el cuarto año de conflicto empieza, y además la voluntad occidental de combatir el terrorismo islámico puede hacer que se olviden algunos aspectos de la guerra civil siria.  

Notez