Crédito a Carol Baggerman
« Tomamos una bolsa. Dentro, ponemos un jabón, unas bragas, una pequeña toalla para secarse. Por fin, añadimos cuatro compresas reutilizables y dos sanitory pads. » Carol y yo estamos sentadas justo en medio de un montón de bolsas, de jabones, de pequeños trozos de tejidos abigarrados y de bragas. Dentro de unas horas, este montón habrá sido reemplazado por una veintena de kits higiénicos. Estas bolsas serán distribuidas a las chicas de la escuela del pueblo, la Superb Catalyst Academy. Fue Carol, una voluntaria australiana, quien tuvo esta idea. Dentro, predominan los famosos sanitary pads. “Sanitary pad”, o “sanitary towel”, es el nombre en inglés para una compresa. Las que Carol y yo estamos ensamblando febrilmente son muy diferentes de las que se encuentran en los comercios de Francia.
Se pueden reutilizar. Claro, si este objeto es un poco más voluminoso que lo que solemos encontrar, en realidad es muy estético y de utilización sencilla. Se enhebran pequeñas toallas con dibujos,en una bolsa de tejido colorado y se fija lo todo a las bragas, gracias al velcro. Las toallas se llevan fácilmente cuando están sucias y basta con que se enhebre otra en su lugar. En cuanto a la higiene, es un progreso considerable. En Nepal, donde las mujeres se conforman con lo que tienen y a menudos utilizan viejos trapos sucios o serrín, el sanitary pad es un regalo del cielo.
Un triunfo para la higiene y el medio ambiente
Crédito a Katrin Rausch
La idea de esas compresas nació gracias a Arunachalam Muruganantham, cuya conferencia se puede ver en el sitio TEDTalk. India se enfrenta a las mismas condiciones desastrosas de higiene íntima que las que se encuentran en Nepal. Si la solución que él propone es un poco diferente, el problema es lo mismo.
Es una cuestión de coste, sobre todo. Con un presupuesto nepalí, las compresas desechables son demasiado caras y sólo las familias acomodadas y los turistas se las pueden permitir. Las demás mujeres se ven abandonadas a su suerte.
Es una cuestión de coste, sobre todo. Con un presupuesto nepalí, las compresas desechables son demasiado caras y sólo las familias acomodadas y los turistas se las pueden permitir. Las demás mujeres se ven abandonadas a su suerte.
Su margen de maniobra es limitada, porque este problema, por muy omnipresente que sea, es un tema tabú. A causa de la falta de educación y de costumbres misóginas tenaces, las Nepalesas tienen vergüenza y se esconden. En algunos pueblos recónditos, las mujeres no tienen derecho a tocar los alimentos cuando menstrúan, y están aisladas del resto de la sociedad porque están consideras como impuras. Distribuir estas compresas es esencial no sólo para proporcionar una solución inmediata a la incomodidad que son las menstruaciones, sino también porque procuran una nueva esperanza de integración para las mujeres.
La estructura Velcro de los sanitary pads es fabricada en Katmandú por las mujeres de la Local Women’s Handicraft, una tienda que vende productos de calidad. Estos son fabricados con materiales nepaleses por mujeres en situación inestable. Las compresas reutilizables que se deslizan en ella están hechas de tejido impermeable que Carol trae de Australia a falta de encontrarlo in situ. Además de incitar una producción local, esas compresas también son más ecológicas. Dado que el tratamiento de residuos es casi inexistente en Nepal y que los residuos cubren las calles, esta invención propone una solución duradera para el medio ambiente.
La estructura Velcro de los sanitary pads es fabricada en Katmandú por las mujeres de la Local Women’s Handicraft, una tienda que vende productos de calidad. Estos son fabricados con materiales nepaleses por mujeres en situación inestable. Las compresas reutilizables que se deslizan en ella están hechas de tejido impermeable que Carol trae de Australia a falta de encontrarlo in situ. Además de incitar una producción local, esas compresas también son más ecológicas. Dado que el tratamiento de residuos es casi inexistente en Nepal y que los residuos cubren las calles, esta invención propone una solución duradera para el medio ambiente.
Una utilización que sigue siendo vacilante
Algunos días después de la distribución de aquellos bolsos a las chicas y a sus madres, he descubierto algo curioso. En la escuela del pueblo, una niña de más o menos dos años tenía un babero que me resultaba familiar: su madre había colgado una de las compresas reutilizables al uniforme de su hija, gracias a un imperdible. Es probable que no hubiese recibido las explicaciones en cuanto a las compresas y que no supiese cómo utilizarlas. Quizás supiese que las compresas no eran pañuelos y sin embargo, prefirió utilizarlas con este fin. Esta anécdota es representativa de un fenómeno que he podido observar a mayor escala. La ayuda humanitaria se basa a menudo en la donación, y siempre tiene una buena intención. No obstante, basta con que no se explique con suficiente claridad a las populaciones locales el fin de estas donaciones para que resulten finalmente inútiles y hasta contraproducentes. Esto me lleva a un segundo punto, aún más importante. Si esta mujer considera que necesita más un pañuelo para su hija que una compresa, nadie puede impedir que use el objeto que recibió como lo desee. Dar, es ofrecer una posibilidad que sólo el destinatario puede coger.