La deflación: un problema en desarrollo

Traducido por Margaux Dumoulin
21 Janvier 2015



El nuevo temor de les países europeos tiene un nombre: la deflación. Las políticas de austeridad en Europa resultan en la retención de la economía y constituyen la mayor causa de este riesgo de deflación. A ojos de la población, la deflación se traduce por la baja del nivel de los precios, y así por una recuperación del poder adquisitivo. La realidad es muy diferente, ya que el círculo vicioso de la deflación no es para nada envidiable. Análisis.


Crédit DR
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El Banco Central Europeo (BCE) se marca un objetivo de limitar la inflación al 2% por año. Sin embargo, en agosto de 2014, el alza de los precios en la zona euro a ritmo anual, sea entre agosto de 2013 y agosto de 2014, solo subió en un 0,3%. En Francia, esta cifra es un 0,5% pero en Grecia, España, Italia, Portugal y Eslovaquia, los precios empezaron a disminuir. Más precisamente, los economistas hablan de deflación cuando la disminución de los precios no se acompaña de una disminución correspondiente al nivel de las tasas de interés. Es el caso cuando, por ejemplo, los precios disminuyen y que las tasas de interés no pueden ser negativas. Para entender esa definición, interesémonos a los varios impactos de la deflación.

El círculo vicioso de la deflación

Dos casos se distinguen: el corto y el largo plazo. A corto plazo, la deflación no plantea ningún problema. Al contrario, ayuda a devolver más poder adquisitivo. De hecho, podemos utilizar como ejemplo los salarios en el sector privado. En Francia, hubo un aumento del 1,5% entre marzo de 2013 y marzo de 2014 con una inflación de solo 0,6%. Sin embargo, a largo plazo, la deflación provoca una catástrofe económica. Los hogares que anticipan la futura caída de los precios aplazan sus compras. De hecho, ¿por qué comprar hoy si mañana los precios bajarán? Las empresas reflejan esa baja del consumo en los precios y deberán recortar sus márgenes con la posibilidad de un reajuste de la masa salarial. En otras palabras, tendrán que despedir. Esos dos primeros efectos se entienden fácilmente. Volvamos ahora a la definición de la deflación, evocada más arriba.

La deflación se caracteriza por un alza de las tasas reales de interés. Esos definen lo que las economistas llaman el costo del capital. Un ejemplo simple permite de entender este argumento. Decidimos pedir un préstamo de 100 con una tasa de interés de un 2%. El próximo año, tendré que reembolsar 102. Si durante ese tiempo los precios disminuyeron de un 2%, mi bien vale 98, y si decido vender mi bien para reembolsar el préstamo, la tasa de interés real alcanza así un 4%. De hecho, mi bien perdió su valor y en realidad la tasa de interés de préstamo es de un 4%. Con el ejemplo contrario, si los precios aumentaron por un 2% en lugar de disminuir, mi bien vale 102, y la tasa de interés real es de un 0%. La inflación se envidia en ciertos casos. Lo que se necesita entender es que en un periodo de deflación, un proyecto de inversión necesita ser más rentable para que se “justifique”. Y por consiguiente la baja del nivel de inversión – a causa del aumento de las tasas reales de interés– es otra característica de la deflación.

Y el círculo vicioso no para por ahí. De hecho, de manera simétrica con lo que precede, la deflación causará un aumento del peso del endeudamiento. Las tasas de interés de reembolso de la deuda pública aumentan. La dificultad de reducir la deuda se amplifica, mientras que la deuda pública ya alcanza un 94% del PIB en Francia, 97% en España, y 136% en Italia durante el primer trimestre de 2014. Retomemos otro ejemplo para entender mejor. Si un Estado tiene una deuda pública de un 90% de su PIB con un 3% de déficit público, un crecimiento de un 2% y una tasa de inflación del 2,5%, entonces al año siguiente, los 93% de deuda pública se relacionan con 104,5 del PIB. Al final, llegamos a una disminución de un 1,5% de su tasa de endeudamiento a un 88,5%. Pero si otra vez un Estado tiene un 0,5% de crecimiento y un 0,5% de inflación, como en Francia, los 93% de deuda pública se relacionan con 101 del PIB. Llegamos a un aumento de su tasa de endeudamiento del 2% al 92%.

Las causas de la deflación

La primera cosa que hay que notar es que el problema parece interno a la zona euro. Claro, la disminución de la economía china provoca una caída de las exportaciones hacia el país, pero los Estados Unidos, que están al origen de la crisis a causa de un desarreglo financiero arriesgado y desigualdades sociales elevadas, están mucho mejor. Este año, el país contabiliza 10 puntos más de PIB que antes de la crisis y una creación de 1,2 millones de empleos más. Mientras que Europa conoce ella un nivel de producción inferior al de 2008 y una destrucción de empleos de cerca de 4,8 millones. El problema sería la heterogeneidad de la zona euro. Hay un exceso de ahorro en la zona euro que explicaría los excedentes externos.

De hecho, la gran mayoría de estos excedentes externos son alemanes. Alemania, con su demografía decaída, no tiene otra opción que imponer un rigor presupuestario al resto de Europa. Así, en territorio alemánel premio Nobel de economía Maurice Allais no tiene mucho eco. Y con razón, dice que “no es porque ya estamos muy endeudados que no podemos pedir otro crédito cuando se trata de financiar un proyecto muy rentable”. Por ejemplo, la inversión en la transición energética podría ser muy rentable. Pero la población alemana disminuye demasiado rápidamente con una tasa de natalidad de 1.4 hijos por mujer. Así, la disminución de la deuda y el reequilibrio de las cuentas es esencial para un país que sabe que producirá menos riquezas en el futuro debido a la disminución de su población.

Al contrario, dentro de 30 años, Francia se convertirá en el país más poblado de Europa mientras que Alemania contabiliza ahora 25 millones de habitantes más. Es así lógicamente que Francia no tiene una necesidad vital y urgente de actualizar sus cuentas públicas.

Por eso, la austeridad agrava la situación con un efecto recesivo. En 2009, los Estados nos refrenaron más los déficits para evitar la caída de la actividad como en 1929. Hoy, no es el caso, ya que los planes de austeridad de los países del sur se acumulan. Lo que provoca, como visto antes, un resultada limitado sobre los déficits par causa de la estancación de la economía. Los ingresos financieros son más débiles. Por ejemplo, el déficit público griego sigue siendo12,7%, y  el español 7,1%. Además, la deuda pública de la zona euro alcanza un 96,4% del PIB con un aumento de 320.000 millones previstos este año. La carrera a la propuesta salarial más barata es un ejemplo de esa política que quiere reequilibrar las cuentas exteriores con la atracción de los inversores.

Podemos entender desde el principio de la crisis que el problema en Francia es la competitividad y por ende el costo del trabajo, que sería demasiado elevado. No volveremos sobre este debate en este artículo pero es esa política la que se estableció en la zona euro. Así, el costo de un trabajador griego disminuyó de un 15% entre 2010 y 2013, 3% para un italiano, 3,3% para un portugués, 4% para un español y 4,9% para un irlandés. Pero esa política es ineficaz porque se establece conjuntamente en todos los países. Por consiguiente, la ventaja competitiva se restringió, excepto en Francia. De hecho, la competitividad en Francia disminuye en comparación con España, un cliente muy importante, y la especialización de Francia no le permite exportar fuera de la zona euro, al contrario de un país como Alemania. El otro problema de esa política es la reducción de la demanda interna, porque el costo de trabajo se interpreta también en ingresos y entonces en consumo. Sin embargo, mientras que el crecimiento de un país como Francia se funda mucho sobre el consumo, ella está contraída. 

Las soluciones para salir de la deflación

Es imperativo que esta situación no empeore para no encontrarse como Japón. El país tiene una deuda pública que alcanza un 250% de su PIB en 2013, pero detenida en su mayoridad por los japoneses, lo que explica que Japón no sea atacado por los mercados. Su PIB a preciosos corrientes disminuyó por un 10% entre 1997 y 2013. La deflación es una práctica corriente desde hace 20 años en el paísy, después de un análisis, la dificultad de salir de la deflación parece insalvable. En Europa, varios mecanismos obran para escapar de esa espiral. La tasa de refinanciación, que representa el precio por el cual los bancos comerciales compran sus liquideces para ofrecer créditos a hogares y empresas, disminuyó para alcanzar 0,05 ahora. No se puede caer más bajo.

Los bancos pueden entonces prestar más fácilmente a empresas y hogares. El objetivo buscado es provocar una recuperación de la economía. Existen otros instrumentos de flexibilidades cuantitativas (“quantitative easing”), que consisten en crear moneda para incorporarla a la economía. Se trata de inundar la economía de liquidez con inyecciones de 1.000 billones de euros, que la BCE prestará a los bancos a manera de préstamo a largo plazo, bajo la condición que ellos prestan a las empresas para ayudar los proyectos de inversiones. Una última palanca que la BCE no utiliza pero muy corriente en los Estados Unidos y en el ReinoUnido es la compra de obligaciones públicas. Lo que los medios llaman la “tabla a billetes”, pedir un préstamo a la BCE sin interés.

Sin embargo, la ley de 1973 obliga el Estado francés a pedir un préstamo sobre los mercados financieros con tasas de interés más o menos elevadas. La meta buscada era la de limitar la inflación, que era el gran miedo de los políticos de esta época. Ese objetivo ya era discutible. Pero, ahora que Francia pagó 1.700 billones de euros de interés y tiene una deuda de 2.000 billones, ¿no tendría que echarse para atrás? De hecho, el reembolso de los intereses es el primer o segundo puesto presupuestario de Francia, según los años.

Para ir más lejos, existen otras soluciones. La caída del euro por ejemplo permitiría a los países del sur de ganar más competitividad y realizar excedentes comerciales. De hecho, el euro fuerte es un factor mayor de la deflación pero la zona euro en su conjunto saca 200.000 millones de euros de excedentes externos por año, sea un 2% del PIB total. El euro fuerte permite especialmente a Alemania de realizar la mayoridad de sus excedentes. Tomamos el ejemplo del sector automóvil. Tenemos un Mercedes de 100.000 euros, un Renault de 18.000 euros y un Hyundai de 20.000 dólares. Si 1 euro es igual a 1 dólar, pues las personas ricas compraran el coche alemán y las clases populares compraran el coche francés porque lo que les interesa a los últimos es el costo. Al contrario, si tomamos una situación clásica de 1 euro es igual a 1,40 dólar pues el Mercedes vale 140.000 dólares, el Renault 25.200 dólares y el Hyundai siempre 20.000 dólares. 

Por consiguiente, las clases ricas siempre compraran el Mercedes porque quieren comprar un estatus social (un 40% de beneficio suplementario para Alemania) pero la pareja que tiene problemas financieros comprará el Hyundai, a lo queel Renault perderá cuotas de mercado. Los políticos argumentan que basta con copiar el modelo alemán y fabricar de productos de alta gama. El problema es que esas diferencias de gama vienen de problemas estructurales, que necesitarán varios años antes de subsanarse. Pero por ahora, ya que Alemania dirige Europa, parece increíble que haya una caída del euro. Tanto más que el país evoca como argumento el riesgo de una guerra comercial, en la que todos los países intentarían disminuir su moneda para ser más competitivo.

A la hora actual, es evidente que los medios adoptados no son suficientes. Incluso en Alemania la disminución se siente con un 1,3% de crecimiento en 2014 en lugar de un 1,9% previsto al principio del año. Sin embargo, la situación parece bloqueada a causa de la heterogeneidad de los países de la zona euro. Tienen intereses económicos totalmente divergentes. Pero todo el mundo está de acuerdo en que la deflación presenta muchos problemas: se acompaña de una baja de la actividad económica, los hogares consumen menos, las empresas producen menos a causa de las reducciones de los efectivos o de los salarios, contraídos por esa baja de consumo. Los hogares verán entonces sus ingresos disminuir, y el círculo se repite sin interrupción.

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