Si usted compra productos “orgánicos” y con el sello “comercio justo”, seguramente conoce la Quínoa o Quinua, reconocida como un “súper alimento”. Este pseudocereal sin gluten, muy digestivo, alto en proteínas y bajo en grasas ha sido tan popular en los países desarrollados desde hace años que la Organización de las Naciones Unidas decretó que 2013 sería el “Año Mundial de la Quínoa”. En junio pasado, el presidente boliviano Evo Morales fue nombrado “embajador especial” de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), con la misión de promover este alimento.
La quínoa se cultiva desde hace más de 7.000 años en las mesetas andinas y es un alimento básico de los pueblos peruanos y bolivianos, sus dos productores principales. Según la FAO, Perú y Bolivia producen el 92% de la quínoa en todo el mundo, lo cual representa más de 70.000 hectáreas cultivadas en Bolivia y una producción de 44.000 toneladas. Así pues, su cultivo se va trasladando cada vez más hacia los llanos, mientras que su consumo se aleja de sus propios productores. Este “grano dorado”, cuya demanda mundial y cuyo precio no dejan de aumentar, se ha vuelto un tesoro y una calamidad al mismo tiempo.
Hace poco más de 10 años, científicos de la NASA declararon que la quínoa era una planta excepcional por su nivel de nutrimentos y que por lo tanto era ideal para las misiones espaciales. Desde entonces, su reputación ha crecido sustancialmente en el mundo de la salud, por lo que hoy en día dos tercios de la quínoa producida en América del Sur son exportados al resto del mundo: 54% a EE.UU., 32% a Europa y 6% a Canadá. En Europa se consumen 5.000 toneladas al año, es decir 25 veces menos que en EE.UU. Desde el año 2005, el número de superficies de cultivo de quínoa en Bolivia se ha duplicado y el precio actual de la tonelada se encuentra entre 2.500 y 3.000 dólares.
El presidente Morales, indio quechua que cultivara quínoa en su infancia, considera que es una oportunidad económica importantísima para los pueblos andinos. “Ante la crisis alimentaria mundial, los pueblos andinos poseen varias soluciones y una de ellas es la quínoa”, dijo en su discurso ante la FAO. Y es verdad, pues el crecimiento de su producción ha beneficiado a la población con el aumento de los ingresos de los campesinos, siendo ésta una de las regiones más pobres del mundo. Antes, muchos bolivianos emigraban a Argentina o Chile para encontrar trabajo, mientras que ahora regresan al campo para sacar provecho de esta mina de oro.
Sin embargo, a nivel regional pocos son los que ganan y muchos los que pierden. Aunque el precio de la quínoa se triplicó en los últimos 5 años, su consumo disminuyó de un tercio en Bolivia. En este país que ya sufría desde antes de problemas de malnutrición, se presenta ahora un nuevo dilema pues la gente no tiene los recursos para comprar sus propios cereales y se ven obligados a consumir comida chatarra de importación.
El fenómeno tiene otros impactos en la sociedad boliviana; la expansión de las superficies cultivadas ha causado conflictos entre los campesinos a tal punto que en marzo y abril pasados hubo más de 30 heridos por peleas entre agricultores de territorios sin límites precisos. La tensión social seguirá creciendo mientras no haya reglamentación alguna, sin olvidar que mientras tanto hay productores sufriendo de malnutrición a pesar de la sobreabundancia de este “grano dorado”.
Traduit du français par Melina Arellano Corte