Israel: « la caza de negros »

Willy Clauzel, traducido por Oriane Commarmond
3 Juillet 2013



En Israel, una rama conservadora judía de la población estigmatiza a los inmigrantes africanos. Discriminaciones, manifestaciones xenófobas, e incluso esterilización de las mujeres, se rechaza violentamente a los negros. Inmersión en el corazón del apartheid en el Estado hebreo.


Habitantes de Tel Aviva agitan pancartas « Volven a casa » dirigidas a un chico negro. Crédito Foto -- Oren Ziv / ActiveStills
Habitantes de Tel Aviva agitan pancartas « Volven a casa » dirigidas a un chico negro. Crédito Foto -- Oren Ziv / ActiveStills
Después de la caza de palestinos, Israel ataca a los africanos. Les llaman “los infiltrados”. El campo Ketziot situado en el desierto acoge a 11 000 refugiados. La construcción del muro de seguridad que bordea la frontera entre Israel y Egipto se acabó el año pasado y se extiende sobre 240 kilómetros de largo. La mayoría de estos clandestinos proceden de la África subsahariana y, en particular, de Eritrea y Sudán. De los 60 000 inmigrantes africanos sin papeles que viven en Israel, 34 000 vienen de Eritrea y 16 000 de Sudán.

« Borrar las tinieblas »

Desde hace un año, actos de violencia cometidos durante manifestaciones de odio se convierten en una verdadera “caza de negros". Miles de Israelíes agitan pancartas contra la población africana y gritan consignas xenófobas: "Tel Aviv es para los judíos, Sudán para los Sudaneses", "Negros, afuera", "Hemos venido a borrar las tinieblas". Piensan, como lo denuncian otros partidos nacionalistas en Europa, que los clandestinos roban el trabajo a los locales y contribuyen a la bajada de los sueldos. Además, no se consideran racistas, estiman que su vecino Egipto ni siquiera acoge a estos inmigrantes indocumentados. Les acusan también de ser causantes del clima constante de inseguridad.

Este clima alimenta las tensiones entre comunidades y podría desembocar en réplicas. En otras ciudades del país, se han denunciado una serie de violaciones de mujeres israelíes por parte de inmigrantes africanos. No se necesita más para fomentar el odio de los líderes de partidos nacionalistas que incitan a sus militantes a vilipendiar y expulsar a la población negra de Israel, calificándola de “cáncer” de la sociedad.

Organizaciones no gubernamentales israelíes intentan calmar la situación y difundir mensajes de paz, que corresponden con el pasado de la población judía del país. El problema es que, a través de su discurso, el primer ministro Benyamin Netanyahu muestra cierta reticencia a ayudar a los africanos para que salgan adelante: “Si no hacemos nada, pronto serán 600 000. Este fenómeno es extremadamente grave y amenaza los fundamentos de la sociedad israelí, la seguridad y la identidad nacional”. Sin embargo, el primer ministro no ha olvidado condenar las manifestaciones hostiles a la minoría negra.
 
En marzo, durante la visita oficial en París del presidente israelí Shimon Peres, el sindicato francés Sud-Rail ha confirmado que había apartado al personal negro y árabe que debía formar parte del protocolo. Ningún trabajador negro puso acercarse a la delegación israelí. Así, a bordo del Thalys, se prohibió el acceso al revisor mestizo al vagón de la delegación israelí. Una investigación interna se ha abierto para saber quién había tomado esta decisión.

Esterilización de las mujeres

Este rechazo hacia la población africana por una parte de los israelíes ha tenido graves consecuencias. Un control de los nacimientos fue secretamente implementado. Después de numerosas sospechas, el gobierno israelí ha tenido que confesar que dosis de un anticonceptivo de larga duración habían sido administradas, bajo pretexto de vacunas, a mujeres etíopes a su llegada a la frontera, a cambio de una tarjeta de residencia.
 
El suero inyectado se llama Depo-Provera. Con una duración de tres meses, el anticonceptivo funciona gracias a un método hormonal. Durante el último decenio, este método ha provocado una disminución del 50% de la natalidad de las mujeres etíopes. Un prototipo de este producto había sido probado en Estados Unidos en los años 1960 entre unas 13 000 mujeres sin recursos con graves consecuencias, enfermedades y algunos fallecimientos.

Estas últimas eran Falachas, mujeres judías negras de Etiopia. Su religión, de acuerdo con los principios de Israel, tendría que garantizarles la nacionalidad israelí.

« Todos somos refugiados »

La comunidad internacional ha denunciado estas exacciones. Estados Unidos ha subrayado “incumplimientos” en el trato de la población negra de Israel.

Más allá del deber de tierra de asilo al cual tendrían que obligarse los países occidentales, conforme a los principios de la carta de las Naciones Unidas, parece bastante paradójico ver a Israel con tal discurso. Quizás haya que ver una consecuencia de la política de Netanyahu.

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