El pasado 11 de septiembre no fue un día convencional en Cataluña, y es que la tradicional manifestación que se celebra año tras año para conmemorar la Diada , se recordará como una cita histórica en la que un millón y medio de personas desfilaron pacíficamente por las céntricas calles de Barcelona, con el objetivo de reivindicar la independencia de Cataluña.
Hartos de la falta de consenso político para llegar a un pacto fiscal con el gobierno español, el lema de la manifestación era claro: “Cataluña, nuevo estado de Europa”. Bajo esta controvertida reclamación, una amplia representación política, así como miles de personas procedentes de pueblos del interior de Cataluña también quisieron sumarse a la marcha por la capital catalana, alzando, orgullosas, pancartas y banderas que ondeaban sus tradicionales franjas rojas y amarillas bajo una imponente estrella sobre fondo azul.
Una historia de desamor sin marcha atrás
Artur Mas, presidente de la Generalitat de Catalunya, declaró públicamente que ese día había marcado un punto de inflexión en Cataluña, pues era el pueblo catalán el que había hablado. Sin embargo, desde el gobierno central, Mariano Rajoy hizo oídos sordos a los cánticos catalanes por la independencia, amparándose en un grave atentado a la Constitución que define a España como “indisoluble”.
Sin embargo, la posición inamovible de Rajoy no derrumbó al mandatario catalán, que está más convencido que nunca de que el camino hacia la plena soberanía es el único proyecto posible en estos momentos, con lo cual insiste en plantear a los catalanes un referéndum en el que estos puedan ejercer su derecho democrático a decidir si quieren o no convertirse en un Estado independiente de Europa.
Independencia, a favor o en contra
Según Mas, “en 24 horas podría conseguirse la independencia”, una sentencia que critica Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB (Universidad Autónoma de Barcelona). Carreras matiza que el proceso sería lento y complicado, ya que un estado no se constituye en un solo día mediante una declaración unilateral de independencia, sino que debe ser admitido por unanimidad por parte de todos los estados miembros de la Unión Europea y organizaciones internacionales.
En este sentido, añade que Cataluña tardaría de cuatro a cinco años en integrarse en la UE y sin este reconocimiento no podría ingresar en organismos como la ONU, la OTAN o la UNESCO. Tampoco tendría derecho a acceder a las ayudas de los fondos europeos y además, sus mercancías, servicios, empresas y capitales estarían obligados a pagar aranceles, igual que en el caso de los productos rusos, argentinos o japoneses.
Un arma de doble filo
Sin embargo, en un momento de crisis económica que salpica los bolsillos de los ciudadanos españoles, un 51,1% de catalanes votarían “sí” a la independencia de Cataluña, según el barómetro de verano del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat, principalmente a causa del creciente paro, que en Cataluña ya se sitúa en más de 600.000 desempleados, según el Ministerio de Empleo y Seguridad Social.
Ahora, cansados de recibir tan poco en comparación con los impuestos que pagan, los catalanes han reaccionado frente a las constantes respuestas discriminatorias de los políticos españoles. En palabras de Alfons Durán-Pich, destacado analista económico, los catalanes han sido maltratados desde la Edad Media y pone un ejemplo: “de cada euro que sale de Catalunya, 45 céntimos no vuelven y esto es lo que provoca el déficit”. Y concluye: “España no es viable sin la aportación de Cataluña”.
Las fortalezas de Cataluña
En el otro lado de la moneda se encuentran los escépticos del independentismo. Teniendo en cuenta que productos como el cava catalán se exportan en su 80% a las diferentes comunidades españolas, Cataluña podría ser víctima de un boicot que, en definitiva, afectaría a sus mercados. Una cuestión que preocupa a los empresarios catalanes y de lo que discrepa totalmente Durán-Pich: “si nos hicieran boicot, el diferencial respecto al déficit fiscal lo cubriríamos de sobras y saldríamos ganando”.
Explica que el empresario catalán es pragmático ya que empresas pequeñas y medianas están exportando al extranjero desde hace tiempo. En la misma línea, Elisenda Paluzie, decana de la Facultad de Economía de la Universidad de Barcelona, ha hecho un estudio que demuestra la viabilidad de Cataluña: “actualmente, financiamos las pensiones de gran parte de España por tener más población activa y salarios medios más altos que otras comunidades, como Andalucía”.
Una lucha que acaba de empezar
Problemas económicos como estos, entre otras cuestiones sociales y culturales, son las razones que justifican un posible separatismo de Cataluña respecto a su patriarca español. Una lucha de la que las jóvenes generaciones cada vez están más concienciadas, contrariamente a las personas de edad más avanzada, que temen otra guerra civil.
Más allá de estas inciertas fronteras, personalidades de todo el mundo también se han hecho eco de la situación actual en Cataluña. Cabe remarcar puntos de vista tan positivos como el de Kenneth Rogoff, profesor de Economía de la Universidad de Harvard y ex economista jefe del FMI: “Cataluña, aislada, sería uno de los países más ricos del mundo”.
Cierto o no, Cataluña ansía un cambio urgente y de momento no lo tiene fácil, pues la tensión y la incertidumbre se respiran en un momento en el que España se ve acorralada por la Unión Europea y debe permanecer más fuerte y unida que nunca para superar la crisis en la que se ve inmersa y hacerse más competitiva ante el mundo.