Estados Unidos: la influencia de los grupos de presión en el juego político

Thomas Nogris, Traducido por Ana Cecilia Carromero
5 Février 2016



En 2010, el Tribunal Supremo estadounidense presentó un decreto que permite a los grupos de presión participar en las campañas electorales de los Estados Unidos durante los 60 días anteriores a la votación, aumentando aún más el impacto de los grupos de interés en la escena política. Perspectivas sobre el misterioso mundo de los grupos de presión, a menos de un año de la elección presidencial americana.


Una reunión entre Barack Obama y el empresario Warren Buffett - Crédito Wikipedia Commons
Una reunión entre Barack Obama y el empresario Warren Buffett - Crédito Wikipedia Commons
En la noche del 24 al 25 de octubre, en Francia y en muchos países surgió el cambio al horario de invierno. En los Estados Unidos, este mismo cambio tendrá lugar cuatro semanas después. Esa diferencia no es una casualidad, ya que resulta de la influencia de dos grupos de presión: los fabricantes de barbacoas y los industriales del golf.

Esa anécdota es el testimonio de la importancia del “fenómeno de los grupos de presión” en los Estados Unidos. The National Rifle Association, Sierra Club o Blue Cross Blue Shields son ejemplos de grupos de presión que tienen una influencia determinante sobre la legislación estadounidense. En su libro The Interest Group Society, J.M Berry, investigador en la Tufts University y C. Wilcox, de Georgetown University, censan unos 600 grupos de presión “teniendo una oficina activa en Washington”, de un total de más de 20.000 grupos de interés enumerados. Datos que han crecido mucho entre 1950 y 1990, siendo casi cuatro veces más importantes. En total, más de 3 mil millones de dólares fueron gastados en grupos de presión en 2014 por los grupos de interés.

El origen del fenómeno

Para conocer la historia de los grupos de presión y entender el origen de su influencia, hay que volver a finales del siglo XVIII. El 22 de noviembre de 1787, James Madison, uno de los padres fundadores de la Constitución y futuro cuarto Presidente de los Estados Unidos, publica un ensayo llamado Federalist No 10. Ese texto, que está incluido en una serie de escritos dedicados a la preparación de la futura Constitución, propone una reflexión sobre la gestión de las facciones, es decir los grupos organizados por los ciudadanos con destino a representar varios intereses sociales, económicos o intelectuales.

Madison expone dos posibilidades: prohibir la acción de las facciones sobre la política, o autorizarla y permitir que los intereses personales influyan sobre el juego político. Explicando que “la búsqueda de la satisfacción del interés individual está fundada en la naturaleza del hombre”, James Madison justifica su decisión de privilegiar la segunda posibilidad.

El objetivo es conciliar los intereses personales de los ciudadanos, el federalismo y la democracia, autorizando la acción de grupos privados cuyas influencias se opondrán y se equilibrarán para que nazcan leyes que ilustran un compromiso social. est permitiría igualmente que la población se exprese más frecuentemente que a cada cuatro años, durante les elecciones presidenciales.
Jack Abramoff, antiguo miembro de un grupo de presión- Crédito Alex Wong
Jack Abramoff, antiguo miembro de un grupo de presión- Crédito Alex Wong

Una práctica ampliamente cuestionada

A pesar de esa voluntad inicial, la realidad es la representación masiva de las empresas. Según Berry y Wilcox, esa situación es la consecuencia directa del “'intervencionismo creciente” del gobierno americano en la economía del país y del aumento del número de regulaciones desde los años 1960 y 1970. Las empresas y grupos industriales, preocupados por las consecuencias que pueden afectar sus actividades, han intensificado sus actividades como grupos de presión, en perjuicio de otros intereses sociales, por más que la opinión pública respecto a los grupos de presión se haya deteriorado mucho durante estas últimas décadas.

La mediatización de algunos escándalos no ayuda para darles mejor imagen. Por ejemplo, los casos Duke Cunningham, William Jefferson y Jack Abramoff protagonizaron la actualidad de los años 2000. El escándalo sobre este último estuvo además muy presente en la prensa internacional. Condenado a mediados de los años 2000 por corrupción, Jack Abramoff explicaba en su libro recientemente publicado cómo compraba los votos de los senadores.

Universitarios americanos han intentado medir la relación entre dinero e influencia en las luchas de poder en Washington. En su libro "Lobbying and Policy Change, who wins, who loses, and why", Frank Baumgartner realizó un estudio destinado a medir el impacto de las diferentes estrategias de los grupos de presión. Los resultados demuestran que el dinero no es siempre un criterio determinante del éxito de las acciones de los grupos de presión en cierta problemática, pero que de manera global, son los recursos financieros los que determinan la capacidad de un grupo de prosperar y organizar sus acciones.

En realidad, los grupos de presión actúan en mayoría con la ayuda de financiamientos. La misión principal de un grupo de presión es exponer sus preocupaciones en la escena política, influir sobre la toma de decisiones, ya sean a nivel ejecutivo, legislativo, federal o estatal. Su influencia puede también ejercerse con fin de parar el proceso decisional. Por lo tanto, esa influencia se construye a largo plazo, estableciendo contactos durables con los políticos, siempre conjuntos con ventajas financieras relativas a las campañas electorales.

Por lo tanto, la influencia de un grupo de presión no es proporcional a la importancia numérica del grupo representado, pero más bien a los recursos propios de la organización. Ese fenómeno, al que Mancur Olson Jr llama la lógica de la acción colectiva, muestra grupos de presión particularmente poderosos y resistentes. Por ejemplo, la National Rifle Association está muy implicada, a pesar de tener una posición minoritaria respecto a la libre circulación de las armas.
Barack Obama, durante un meeting de campaña en Carolina del Norte, en 2008 - Crédito Jim Young
Barack Obama, durante un meeting de campaña en Carolina del Norte, en 2008 - Crédito Jim Young

La imposible reformación del sistema

En su discurso de candidatura a las elecciones presidenciales de 2008, Barack Obama aseguraba con vigor su intención de luchar en contra de la fuerte influencia de los grupos de presión. Afirmaba que “los grupos de presión, los intereses personales han provocado la pérdida del gobierno en un juego al que solo ellos pueden permitirse jugar” y que deseaba volver a controlar un gobierno que los grupos de interés “piensan tener en sus manos”.

Sin embargo, la ausencia de cambios tras su elección en 2008, y el mantenimiento de un vínculo con algunos grupos son los testigos de la dificultad de reformar ese sistema político.

Era preferible para los gobiernos siguientes asegurar un control de la actividad y regular sus acciones. El Bipartisan Campaign Reform Act fue instaurado en 2002 para controlar la inversión publicitaria en las campañas electorales. Lo único autorizado era una contribución de tipo “hard money” de donaciones financieras limitadas y declaradas.

Las adaptaciones tras las regulaciones también demuestran el poder de los grupos de presión. Ahora eligen las inversiones mediante asociaciones sin ánimo de lucro, cuyas donaciones no son controladas. Además, la utilización de “soft money” puede ser un seguimiento de la autorización del Tribunal Supremo, en 2010, de una película sobre Hilary Clinton en el decreto Citizen United vs Federal Election Commission.

Notez