En Polonia, el gas de esquisto se desinfla

Stanislas Richard, traducido por Juliette Lallement
29 Août 2013



La promesa de independencia energética atrae mucho a Polonia, país dependiente de sus importaciones de gas ruso.


Explotación de gas de esquisto en Polonia | Crédito foto -- © Corbis
Explotación de gas de esquisto en Polonia | Crédito foto -- © Corbis
En marzo de 2012, el Instituto Geológico Nacional Polaco (PIG) hizo público un informe en el que se estima que las reservas de gas de esquisto disponibles son dos veces inferiores a las previsiones, es decir unos 5,3 mil millones de metros cúbicos según la Agencia de Información sobre la Energía de EE.UU.(EIA) ; estas reservas contarían solamente con 2 000 mil millones de metros cúbicos, o sea, la cantidad necesaria para que una explotación comercial funcione. En realidad, en el mejor de los casos, no habría más de 800 000 millones de metros cúbicos. La independencia energética prometida desde hace más de un siglo se revisa también a la baja: de 35 hasta 65 años máximo de autonomía de acuerdo con dicho informe.

Alrededor de cuarenta empresas europeas y americanas ya se encuentran en suelo polaco para realizar perforaciones experimentales, pero muchas veces, la desilusión es amarga. En 2002, ExxonMobil se marchó al no encontrar nada, seguido a continuación por su compatriota Marathon Oil, así como la empresa canadiense, Talisman Energy Inc. Otras intentaron proseguir como Chevron Corporation, pero el informe del PIG no hizo sino aumentar el pesimismo generalizado.

Numerosos desafíos políticos

Sin embargo, la política energética polaca sigue siendo igual. El gobierno polaco de centro derecha dirigido por Donald Tusk decidió mantener la fecha del inicio de la explotación para 2014. Para atraer a los inversores, se decidió posponer la recaudación de los impuestos sobre las concesiones asignadas (hasta un 80 % de los beneficios) para 2020, promoviendo principalmente a nivel internacional los gases y aceites no convencionales para los cuales se invierte unos 50 000 millones de zlotys (unos 11 600 millones de euros). A Polonia solo le queda esperar que no haya sido todo un sueño.

En un Estado donde la única perspectiva de salida del «todo carbón» (la hulla sigue proporcionando unos 90 % del total de la energía eléctrica polaca) consistía hasta ahora en intensificar las importaciones de gas ruso, el descubrimiento de la riqueza de su subsuelo creó muchas expectativas. En primer lugar, la de ser un país más ecológico pero también y sobre todo, la de llegar a ser independiente de los cambios de humor de Moscú. A pesar de una mejora significativa de las relaciones entre Varsovia y el Kremlin, el gas sigue siendo un medio poderoso de chantaje para Rusia en Europa del Este.

Desde luego, Polonia no es Ucrania. La Unión Europea ofrece una garantía de seguridad, pero la perspectiva de ya no depender del imperio Gazprom ha encontrado eco favorable en una opinión pública y una clase política que todavía conservan un sabor amargo debido al pasado. Pese a la inversión polaca en la energía atómica – dos centrales nucleares están previstas a comienzos de 2024 – el gas de esquisto resulta una solución ideal y poco arriesgada políticamente hablando. Las tres cuartas partes de los ciudadanos polacos están a favor de ella, a pesar de las advertencias de organizaciones ecologistas.

Se cierna la sombra rusa sobre los debates

El riesgo de contaminación de los suelos, que constituye uno de los riesgos más importantes de la explotación del gas de esquisto, ha pasado a un segundo plano en la esfera pública polaca. La presencia de la variable rusa aviva las pasiones, en particular en la derecha de la escena política, e impide que se realice un debate constructivo sobre las consecuencias medioambientales de las técnicas de extracción como, por ejemplo, la fractura hidráulica. En junio de 2012, la revista conversadora polaca Uwazam rze, de ideología cercana a la del partido Derecho y Justicia (PiS), acusó a Greenpeace y a otras ONG que mostraban su oposición de ser sobernados por Moscu.

El gobierno polaco de centro derecha constituido por el partido Plataforma Cívica (PO) difícilmente puede dar marcha atrás sobre esta cuestión, sobre todo después de haber glorificado los hidrocarburos no convencionales en el Parlamento Europeo. Dicho desmentido sería una buena oportunidad para el PiS. El principal partido de la oposición no duda en denunciar todo lo que pudiera interpretarse como una actitud conciliadora hacia el vecino ruso, en particular desde que surgieron polémicas sobre la encuesta pendiente en cuanto a la catástrofe de Smolensk.

En consecuencia, Polonia se encuentra en la situación de partida. La problemática energética se queda sin respuesta, por lo menos a largo plazo. Si se confirmaran las conclusiones del informe, el gobierno actual correría el peligro de ser acusado de haber apostado por el caballo equivocado. Si el gas de esquisto permite lograr la autonomía con respecto a Rusia, ¿permitirá también que Varsovia y Moscú compitan en igualdad de condiciones? No está nada claro que vaya a desembocar en una normalización de las relaciones entre ambos países. Al final, mucho ruido y pocas nueces (o en este caso, ¡poco gas!).

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