El tranvía de Jerusalén, ¿Un objetivo escondido?

André Forissier, traducido por Maria Alejandra Paixão
2 Décembre 2014



Inaugurada el 19 de agosto de 2011, la línea de tranvía de Jerusalén, ciudad sagrada a ojos de los tres pilares de la religión, se extiende sobre más de catorce kilómetros. Además de ser símbolo de modernidad para la ciudad hierosolimitana y conectar el oriente y el occidente, también es fuente de desacuerdos entre israelíes y palestinos.


Crédit Ronen Zvulun / Reuters
Crédit Ronen Zvulun / Reuters
La voz del megáfono al interior del tranvía, grabada en tres idiomas – hebreo, árabe e inglés – anuncia la llegada de éste a la estación Tsahal Square, la plaza principal del centro de la ciudad, cuyo nombre homenajea a la armada israelí. Al abrirse las puertas, un flujo de viajeros sale del articulado, mientras que otra oleada entra. Entre estos, se ven mujeres musulmanas cubiertas por el velo y creyentes judíos ortodoxos cuyas patillas sobresalen de entre sus sombreros, al igual que simples turistas visitando la capital. Enseguida, una alarma resuena para advertir a los pasajeros de la partida inminente, y unos segundos más tarde, el tranvía arranca nuevamente para deslizarse lentamente a lo largo de las murallas de la Ciudad Vieja, la cual habría sido fundada por el rey David hace más de 3000 años. Al transportar todo tipo de viajeros, sin importar su sexo, nacionalidad o religión, este medio de transporte se ha ganado el título de “tranvía de la paz” por las autoridades del Estado Hebreo.

UN TRANVÍA LLAMADO “PAZ” PARA ALGUNOS…

Algunos dicen que Israel, al controlar una gran parte del aspecto de vida cotidiano de los habitantes palestinos de los territorios ocupados de Cisjordania desde 1967, es un país que practica una nueva forma de apartheid, nombre del régimen segregacionista que en Sudáfrica duró de 1948 a 1991. Evidentemente, en lo que concierne el tranvía, dicha observación no puede hacerse, ya que ningún vagón está reservado para tal o cual población. No existe el mórbido y odioso concepto de “reservado a los blancos”, de la época de Rosa Parks, o de la “Nación Arco Iris” de Nelson Mandela. Es un verdadero melting pot: aquí, todo el mundo se mezcla.

La sociedad francesa Veolia, responsable de la explotación del tranvía, recuerda incluso que este es el fruto de “la conclusión de los acuerdos de paz de Oslo de 1993”. Estos últimos fueron mercados por el apretón de manos, en la Casa Blanca, entre los dos enemigos de antaño: El Primer ministro israelí de la época, Yitzhak Rabin, halcón guerrero y arrepentido, y el antiguo jefe palestino, Yasser Arafat, guerrero veterano. Es todo un símbolo. Por lo que el tranvía, al conectar los barrios mayoritariamente judíos al occidente, y árabes al oriente, representa una verdadera mano tendida. Como lo repite la sociedad, “el tranvía es un medio de juntar y fusionar las comunidades, y de facilitar la vida de las poblaciones”.

Mejor aún: este medio de transporte es fuente de empleos tanto para la población árabe como para la palestina. Su depósito se encuentra en Shu’afat, un barrio al oriente de la ciudad. El personal encargado del mantenimiento de la red es contratado de acuerdo a sus competencias profesionales. El tranvía es, también, un medio facilitador para los habitantes del este de Jerusalén que trabajan en el sector occidental de esta ciudad plurimilenaria.

En resumidas cuentas, este nuevo medio de transporte no es ni más ni menos que la entrada de Israel al siglo XXI. Jerusalén la piadosa y Tel Aviv la folclórica, a 70 km de la capital, poseen ambas una red de tranvía, siendo dos ciudades muy diferentes. El objetivo viene siendo el favorecimiento de la movilidad y la reducción de la circulación de automóviles en grandes aglomeraciones, víctimas de un tráfico pesado. Por otro lado, se espera que la ciudad hierosolimitana alcance un fuerte crecimiento demográfico a corto plazo.

Con alrededor de 750.000 habitantes a mediados del año 2000, Jerusalén debería albergar, en vísperas del año 2020, cerca de 900.000, según las previsiones. ¡Lo que representaría una tasa de evolución del 20% en tan solo 15 años! Por lo tanto, este tranvía viene siendo una inversión para el futuro, con el fin de prevenir el aumento del número de automóviles y de la polución atmosférica, el precio a pagar por la gloria de una ciudad en pleno desarrollo.

Sin embargo, ¿cuál es la particularidad de este tranvía? ¿Sus colores llamativos y atractivos  como los de algunos vehículos de la red de Montpellier, en Francia? No. Lo que lo caracteriza, son sus puertas y ventanas blindadas.

… “TRANVÍA COLONIZADOR” PARA OTROS.

Si el tranvía se desliza a lo largo de las murallas de la ciudad vieja, a la altura de la plaza principal (Tsahal Square), también recorre la longitud de la línea verde para, algunos metros más adelante, traspasarla alegremente. Esta línea, existente desde 1949, es el resultado de la guerra árabe-israelí de 1948. Después de la declaración de independencia del Estado de Israel por David Ben-Gurión, el 14 de mayo de 1948, los países árabes rechazan rotundamente dicha situación y coalicionan contra el nuevo país, atacándolo al día siguiente de su creación. La nueva nación judía proclama la victoria, por lo que más de 700.000 árabes, por miedo u obligación, abandonan Palestina, su tierra natal.

Se firma un armisticio entre vencedores y vencidos, y la línea verde actúa como frontera entre Israel y la actual Cisjordania, que en ese entonces era administrada por el Reino Hachemita de Jordania, en la época llamado Transjordania. La nación judía obtiene, al final y a costa de los palestinos, más tierras de las que le fueron prometidas durante el plan de repartición de Palestina, adoptado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1947. Esto conlleva a la división en dos de la ciudad de Jerusalén: el occidente, perteneciente a Israel, y el oriente, atribuido al sector dirigido por Transjordania.

Esto va, sin embargo, en contra del documento aprobado por la ONU, ya que la ciudad hierosolimitana, al igual que sus alrededores, debían mantenerse unidos y ser controlados internacionalmente. Esta situación perdura hasta junio de 1967, fecha en la que Israel conquista, durante la Guerra de los Seis Días, los altos del Golán en Siria, la franja de Gaza, la península del Sinaí en Egipto, Cisjordania y Jerusalén Este, unificando la ciudad. Esto es considerablemente importante para el judaísmo, puesto que allí se encuentra el Muro Occidental, el lugar más santo para esta religión. En el año 1980, el Estado de Israel decide redactar una ley según la cual Jerusalén es “entera y unificada, capital eterna e indivisible de Israel y el pueblo judío”.

La ONU contesta esta ley, tachándola de “nula”. Enseguida, la mayoría de las representaciones diplomáticas de sus Estados miembros trasladan sus embajadas a Tel Aviv, la ciudad más poblada de Israel.

Como en todos los territorios conquistados, Israel establece colonias, zonas de poblaciones judías, consideradas como ilegales ante los ojos de la comunidad internacional. Después de los acuerdos de Camp David en 1978, las colonias de la península del Sinaí, al igual que las de Gush Katif, en la franja de Gaza, son evacuadas en 1982 y en 2005 respectivamente. Sin embargo, las comunidades judías de Jerusalén Este y Cisjordania no dejan de crecer. Ahora bien, el tranvía de Jerusalén tiene su parada final en el este, en la entrada de dos de estos asentamientos: Neve Yaacov y Pisgat Ze’ev, ambos sumando 80.000 israelís.

Este último, con más de 50.000 habitantes, es el más grande de Jerusalén Este. La llegada del tranvía permite integrarlo y acercarlo al resto de la ciudad. Jerusalén Este, reivindicada por el pueblo palestino para convertirla en capital de su futuro estado, está atravesando, según el punto de vista de algunos, un proceso de colonización irreversible por parte del pueblo israelí. El Estado Hebreo impediría, al actuar de esta manera, toda posibilidad de convertir el lado oriental de la ciudad en capital palestina.

Los transportes públicos: ¿herramientas del "poder blando"?

El soft power (poder blando en español), término acuñado por el profesor americano Joseph Nye en 1990, se refiere al conjunto de todos los elementos pacíficos, establecidos por un Estado o cualquier otra organización, para entablar sus intereses. El poder blando de los Estados Unidos es la exportación, a nivel mundial, de las películas de Hollywood. El poder blando de Francia es la difusión planetaria de las aventuras de la joven Amélie Poulain en el barrio parisino de Montmartre, al igual que de la extraordinaria carrera de Edith Piaf en su película La Vida En Rosa.

El tranvía de Jerusalén parecería ser, en cuanto a él, uno de los elementos del poder blando israelí. Conecta las colonias judías al centro de la ciudad, siendo al mismo tiempo, y a simple vista, benéfico para los habitantes árabes. Aquí no hay interminables esperas o vejaciones – como es el caso en los checkpoints entre Israel y territorios de la autoridad palestina –, no hay expulsiones de poblaciones árabes para instalar ciudadanos del Estado Hebreo en su lugar, ni bloqueos en los cuales más de un millón de personas se ven separadas del resto del mundo.

En Jerusalén Este, las poblaciones palestinas incluso tienen derecho a la palabra, y según sus declaraciones, parecen integrarse al proyecto. En 2007 y 2009, dos encuestas de opinión se llevaron a cabo separadas por un intervalo de dos años – no se conoce a ciencia cierta el método de dichas encuestas –, en los barrios árabes de Shu’afat, Beit Hanina y Sheikh Jarrah. Tres cuartos de las poblaciones encuestadas opinan que el tranvía reducirá los trancones, y cerca de dos tercios declararon que una vez inaugurado, montarán en él.

En ese entonces casi todos piensan que el tranvía será un vector de desarrollo económico para sus zonas de vida. Los israelíes les responden, por lo tanto, a los detractores del tranvía, defensores de la causa palestina, y presentes en gran número en el mundo. Según ellos, es una construcción que va en contra del derecho internacional, puesto que la ONU, de acuerdo a la resolución 242 del Consejo de Seguridad, exige la devolución de los territorios ocupados ilegalmente después de la guerra de 1967. Según Israel, los riberanos están de acuerdo con el proyecto. De tal manera, la acción de construir el tranvía es legítima. 

La nación de David Ben-Gurión puede afirmar que está obrando generosamente para el desarrollo de todos los barrios de Jerusalén, sin importar su composición étnica o religiosa. Todo esto asegurando sus intereses políticos en la ciudad. Ya sean musulmanes, cristianos o judíos, todos los usuarios se ven beneficiados por el tranvía, ya que todos viven en Jerusalén, considerada por Israel como la “capital eterna, única e indivisible de Israel”.

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