El Coliseo: un monumento en constante evolución desde hace 2000 años

André Forissier, traducido por Solweig Ogereau
7 Février 2015



Desde hace 2000 años, el Coliseo simboliza la grandeza y la eternidad de Roma. Construido en el año 1970 de nuestra era, supo resistir los caprichos de la naturaleza y los avatares de la historia humana. Emprendido hace un año, el revoque de su fachada le da un nuevo impulso. El monumento está buscando un nuevo porvenir. Reportaje.


Credito André Forissier
Credito André Forissier
En diciembre del 2013, bajo el impulso de Diego della Valle, Director Ejecutivo de la marca de zapatos Tod’s, el monumento más conocido de la Ciudad Eterna estaba cubierto de andamios. ¿Con que fin? Devolverle su color casi blanco y el aspecto que tenía en la época del Imperio romano. Con el edificio renovado, algunos miembros del gobierno de Renzi proponen reconstituir la arena donde combatían los gladiadores. 

Un monumento emblemático de Roma

Fruto de la voluntad del emperador Vespasiano, el anfiteatro Flavio – el verdadero nombre del Coliseo – se irgue en el paisaje romano desde la segunda mitad del primer siglo de nuestra era. El origen del sobrenombre del edificio no se conoce con certeza: algunos piensan que fue llamado así por su imponente talla mientras otros consideran que debe su apodo al Coloso de Nerón, gigantesca estatua de unos 30 metros de altura, que se encontraba cerca del edificio.

El monumento es el reflejo de la Ciudad eterna: un sincretismo entre romanismo y cristiandad. En el Panteón, construido un siglo antes de nuestra era, una iglesia sucedió a un templo romano en el siglo VII. El “padre de la patria”, Víctor-Emanuel II, fue incluso enterrado allá. En cuanto a las termas de Diocleciano, situadas sobre las pendientes del Viminal, ahora acogen la basílica Santa María de los Ángeles y los Mártires y la tumba del mariscal Armando Diaz que llevó a Italia a la victoria en la batalla de Vittorio Veneto (1918) durante la Primera Guerra Mundial. Por último, los gladiadores combatieron en el Coliseo antes de que se convirtiera en el término del camino de la cruz organizado cada viernes santo.

Este último fue testigo de varios acontecimientos que han trastornado la ciudad en los últimos veinte siglos. Asistió a la persecución de los primeros cristianos, aunque sólo dos de ellos fueron ejecutados dentro del edificio. Cuando las tropas italianas en 1870 se apoderaron de Roma, fue testigo de la caída del imperio Occidente romano en el año 476, de la decadencia de la ciudad durante la Edad Media y de su formidable resurgimiento durante el Renacimiento.

Los diferentes capítulos de la Historia fragilizaron al venerable edificio. Los numerosos terremotos que todavía hoy afectan con frecuencia el Latium – la región de Roma – estropearon la obra. El seísmo de 1349 hizo que un trozo entero de la fachada frente a la colina de la plebe se cayera, el Aventino. El paso inexorable del tiempo también trajo sus contrariedades. Hace unos años, un trozo del edificio se desprendió y se estrelló más abajo. Este incidente fue una de las señales que demostraron que ya era hora de renovar el Coliseo. 

Un trabajo de renovación operado con fondos privados

Últimamente, Roma se está embelleciendo y muchos monumentos de la Ciudad eterna han recuperado su brillo original. Las columnas de Bernini que enlazan de un abrazo protector la plaza San Pedro fueron limpiadas, la Barcaccia de la plaza de España recuperó su color blanco brillante. La pirámide de Caius Cestius, atrancada entre el cementerio no-católico y la Porta San Paolo es de nuevo visible como en la Antigüedad. La fuente de Trevi, por su parte, está actualmente en renovación para volver a tener su lustre de antaño.

Sin embargo, el revoque del Coliseo trajo consigo un poco de desorden. Efectivamente, el Estado italiano cobra anualmente unos 40 millones de euros por la venta de entradas permitiendo el acceso al Forum y al anfiteatro Flavio. Los trabajos sólo costaron la mitad de esta suma de dinero y sin embargo, la colectividad recurrió a la empresa privada Tod’s para financiar la campaña de renovación del monumento.

Además, el anfiteatro Flavio no es el único edificio renovado gracias a los fondos privados. La marca de lujo Fendi está a cargo de la restauración de la fuente de Trevi. La empresa que llevó a cabo el revoque de la iglesia de la Trinità dei Monti es nada mas y nada menos que Bulgari.

El Coliseo es tan bello como hace 2000 años. Los más pragmáticos dirán que es lo esencial. Los más escépticos, por su parte, notarán el sorprendente fallo del Ministerio de Bienes y de Actividades culturales en mantener el patrimonio del Bel paese. Con 47 sitios protegidos por UNESCO, Italia puede vanagloriarse de ser el país más dotado en el mundo en bienes de excepción. Más del 60% de los vestigios presentes en el planeta se encuentran únicamente en la Península.

El problema del mal mantenimiento y de la mala gestión del patrimonio por los poderes públicos no se plantea sólo en el Coliseo. Desde el comienzo del 2010, algunas casas se han caido al suelo en Pompeya por ejemplo. Aún peor, la mitad del sitio amenaza con destruirse. En Tívoli, en los suburbios de Roma, la magnífica Villa Adriana muestra señales de debilidad. Una pintura al fresco de la muy famosa Galería Uffizi de Florencia se esta disgregando. Para algunos, Italia se encuentra en un estado de “catástrofe cultural”.

La antigua alcalde de Herculano, Luisa Bossa, miembro del Partido Democrático, culpa a los gobiernos de Silvio Berlusconi (2001-2006 y 2008-2011). Según ella, los soldados del viejo sátiro siempre denigraron la cultura, lo cual no es totalmente falso. En el 2010, Giulio Tremonti, ministro de Finanzas, declaró sin pestañear “que no se come con la cultura”.

Italia apenas destina el 0.20% de su presupuesto a la cultura y al mantenimiento del patrimonio. A modo de comparación, Francia destina casi el 1% del gasto público a estos sectores, o sea cinco veces más que Italia. La austeridad impuesta por Mario Monti y Matteo Renzi, sucesores del septuagenario polémico, no mejora la situación. 

Por lo tanto, Roma parece ser sólo la parte emergente del iceberg. La Ciudad eterna, capital de Italia, es el escaparate de la Península. Es mimada porque atrae irresistiblemente a los turistas del mundo entero. Beneficia de trabajos de mantenimiento excepcionales mientras algunos municipios están dejados de lado. El Coliseo, por su parte, parece ser particularmente mimado por las campañas de renovación y de restauración estos últimos años.

El Coliseo: una mirada dirigida hacia el futuro

Credito André Forissier
Credito André Forissier
El revoque de la fachada del anfiteatro Flavio es ciertamente el mayor elemento de su renacimiento. Es difícil que el Coliseo inmaculado pase desapercibido del otro lado de la vía de los Foros Imperiales, esta larga avenida abierta durante la presidencia de Mussolini que une el monumento plurimilenario con la Plaza de Venecia. 

A finales del 2014, la fase inicial de los trabajos quedó terminada. La fachada norte ahora está limpia y le toca a la parte sur del edificio hacerse un lifting. El proceso de renovación se terminará completamente en la primavera del 2016.
 
Entre tanto, muchos esfuerzos han sido consentidos dentro del Coliseo. En el 2010, el “corredor de la muerte”, donde las bestias y los gladiadores estaban apiñadas antes de entrar en la arena, y el tercer piso del anfiteatro fueron abiertos al público. 

Una parte de la arena ha sido incluso reconstruida últimamente. Los turistas pueden sentir emociones similares a las que pudieron experimentar los combatientes de la Antigüedad al entrar en el lugar. 
 

El actual ministro de los Bienes culturales, Dario Franceschini, propone incluso ir más lejos: desea la reconstrucción completa de la arena. Comparte las ideas del arqueólogo Daniele Manacorda, profesor de la universidad Roma Tre, que “no ve ningún problema en devolver a los subterráneos su aspecto subterráneo”.  Añade que “la desaparición de la arena transformó el Coliseo en un lugar irreal. Su reconstrucción permitiría al edificio volver a ser un lugar que no simbolizaría solamente el turismo de masa pero también un sitio que albergaría – en formas que lo permitieran – cada acontecimiento de la vida contemporánea”. 

De todos modos, el anfiteatro mira hacia su pasado para encontrar su futuro. El símbolo de la Ciudad Eterna seguirá brillando durante años. Porque como lo subrayó el escritor inglés Byron, “mientras perdure el Coliseo, Roma perdurará; cuando el Coliseo caiga, Roma caerá, y con Roma, el mundo”.

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