Crédito Bruno Paoli
Según Bruno Paoli, investigador del Instituto Francés del Próximo Oriente, los alauitas representan 10 a 12% de la población siria, o sea 2 a 2,5 millones de personas. Algunos alauitas también viven en el norte del Líbano y en Turquía. El origen histórico de esta rama del Islam chiita es poco conocido y remonta al siglo IX. Tras un período de expansión en el siglo X, sus practicantes se retiraron a la montaña/refugio en las costas oeste de Siria con la llegada de los mamelucos, de la rama sunita. El alauismo es entonces una religión, pero hoy se asocia mucho con el parentesco y la comunidad. Como religión, su práctica es bastante discreta, incluso secreta. Así, algunos la describen como una interpretación esotérica del Corán, de tipo iniciático. Sus partidistas también se caracterizan por sus tradiciones “laicas”. En efecto, no se necesita mezquita para la práctica religiosa, las mujeres no llevan velo y se tolera el alcohol.
Crédito Marion Hillaire. Fuente: Arte
Sin embargo hay que recordar que la “comunidad” no es uniforme, y que las formas de categorizar a las poblaciones siguen siendo aproximadas. Además también tienen el enorme defecto de generalizar los discursos así como las tomas de posiciones, y de explicarlas por una confesión religiosa, comunitaria y muy a menudo étnica. Así, algunos consideran el alauismo como el apoyo del régimen de Damasco, cuando otros se inquietan frente a una minoría víctima de la Yihad Islámica.
Amalgama, generalización y clichés
Una de las amalgamas más estigmatizas reside desde entonces en la asociación que muchos medios hacen entre régimen de Bashar al-Asad y “régimen alauita”. Se sabe que los alauitas predominan en el gobierno y el ejército. Sin embargo, con la excepción de la elite, los funcionarios de rango medio se encuentran en la misma situación que sus colegas de otra confesión. En realidad, el poder es más un asunto familiar que de religión. Y en esta situación, los al-Asad saben bien que jugar con las confesiones religiosas tiene un interés político.
A primera vista, es más bien una política de asimilación que los al-Asad (padre e hijo) aplicaron en Siria. A partir de los años 30, el partido Baath se estableció cómo el defensor de las minorías contra la mayoría sunita. Lo que reflejó la actitud de Francia en los años 20 y 30, cuando protegió a la minoría alauita en Siria, más bien por estrategia militar que por solicitud. Desde el año l963, el partido Baath se estableció con la junta militar. La llegada al poder de Hafez al-Asad dividió a los partidistasentre su orientación nacionalista, que favorece la unión árabe y la hostilidad dirigida contra Israel, y un campo más progresivo basado en las luchas socialistas. El régimen baathisto defendía entonces una fachada laica por un lado, y por otro no paraba de cultivar el comunitarismo. Se tomaron decisiones contradictorias como la construcción de numerosas mezquitas bajo el gobierno de Hafez al-Asad, con el fin de asegurarse el apoyo de las autoridades religiosas.
Además de esta política de asimilación, es a través de la comunidad alauita de la que forma parte la familia al-Asad, que una verdadera “red” de la sociedad se desarrolló. Antes ubicada en la montaña/refugio, la instalación de los alauitas en las ciudades coincidió en efecto con la toma de poder de Hafez al-Asad en 1973. La colocación de personas cercanas de los al-Asad en los puestos más importantes del gobierno y del ejercito permitió estrechar los rangos. En un segundo nivel, la identificación comunitarista permite reforzar la idea de que es necesario esconderse detrás de su líder. La percepción del poder establecido como un “mal menor” participa aún más en este juego de red y de vigilancia. La población siria mostró así una tendencia a asociar los alauitas con el clan del poder.
El miedo, instrumento principal del régimen
Desde los levantamientos del 2011, la propaganda del régimen sirio pone de relieve la amenaza yihadista y “sunita”. Al principio de las revueltas, los sirios ocupaban las calles, todas las confesiones mezcladas. Si bien algunos tenían la esperanza que al-Asad hiciera reformas antes de que la crisis empeorara, numerosos alauitas se unieron a las protestas. Luego, aparecieron eslóganes que asimilaban los alauitas con al-Asad, llamando a la venganza contra estos “apoyos”. Así, el desarrollo de las protestas incitó a muchos individuos a retirarse, pensar, intentarlo otra vez y retirarse de nuevo. Fueron numerosos los que cedieron frente a la amenaza y que renunciaron a protestar. Esta inacción fue percibida como una aprobación silenciosa del régimen. Como suele ocurrir en situación de conflicto, las reclamaciones juegan con las alianzas aunque la creencia bien arraigada que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” se reveló muy a menudo engañosa a mediano plazo.
Bashar al-Asad juega con estas percepciones, al calificar la revuelta contra su régimen de “revuelta sunita y radical”. Con esto, confesionalisa el conflicto y por lo tanto la carencia de sus razones políticas, sociales y económicas. La comunicación del régimen surfea en la ola de la mediatización del progreso del Estado Islámico, al recordar de manera constante a su población y a la comunidad internacional que después de él será el caos. La manera con la que el Estado Islámico invadió Palmira y las reacciones de la comunidad internacional después de esto, son un ejemplo claro.
El « marketing » de la guerra
En realidad, estas percepciones y creencias están más bien motivadas por miedo que por ingenuidad y provocan riegos reales. Ya tuvieron lugar varios incidentes entre las diferentes confesiones. En mayo del 2012, 108 personas fueron masacradas en el pueblo de Houla. Los agresores adjudicaron el ataque al régimen. Pero un poco más tarde, documentos y testimonios describieron a miembros del Ejército Sirio Libre, que habrían masacrado a familias convertidas al alauismo y al chiismo, con el pretexto de que no habían participado en la rebelión.
Varios pueblos alauitas se ubican en la región, que es la sede de múltiples asaltos entre grupos de oposición y las fuerzas del régimen, y que arman a los habitantes alauitas y chiitas. Menos de dos semanas después de este evento, fue en al-Koubeir que se atribuyó una matanza a las milicias pro-régimen y a alauitas de los pueblos vecinos. Si en realidad es difícil saber quiénes son exactamente los autores de estas atrocidades hay algo que es seguro: la capacidad de movilización de las matanzas es muy importante, sea por parte de las milicias simpatizantes del régimen o sea por los diferentes grupos de oposición. Las poblaciones son el instrumento de las ambiciones políticas. Se involucran en estos conflictos y se encierran en un círculo vicioso sangriento.
Crédito Le Figaro, 2012
Aunque estas matanzas afectan varias comunidades, contestándose unas a otras, el International Crisis Group (ICG) teme que se provoque una limpieza étnica que afectaría a los alauitas. El riesgo de esta perspectiva aumentaría si cae el régimen, que es el único que pretende “proteger” a los alauitas. Esta cuestión se ha convertido en uno de los retos principales del conflicto.
¿Un “Estado” alauita para el régimen?
De manera estratégica, una de las soluciones que podría considerar el régimen es replegarse y esperar mejores oportunidades. La idea de crear un mini-estado en la costa oeste de Siria, con un acceso al mar y varias bases militares no es una novedad y fue imaginada desde ya hace tiempo. El padre Asad ha preparado esta región para que sea lo más habitable y viable posible. Así, este “mini-estado” dispondría de una tierra rica para la agricultura, un aeropuerto en Lattaquié, el puerto de Tartous (lo que aseguraría un apoyo continuo por parte de Rusia) y el puerto petrolero de Baniyas.
Por lo tanto, en esta región, la población alauita cerró filas desde el inicio del conflicto, y la solidaridad comunitarista se añadiría con la fuerza de este “mini-estado”. Lo que no arreglaría las relaciones entre la población de este mini-estado y los habitantes de la “antigua Siria”.
El poder en Siria es más un asunto de estrategia política que de religión. De la misma manera, la oposición es más bien motivada por contextos individuales que por solidaridad comunitarista. Si a los líderes les gusta aplicar el refrán “divide y vencerás”, dicha estrategia no es nada sin los que pretenden dividir, es decir la población afectada pero también la opinión publica de otras poblaciones.