En el siglo XVI Tomás Moro acuñó el término utopía para referirse a Estados y sociedades ideales que no existían, y cuya existencia se creía imposible aunque ansiada. Unos siglos después, el término utopía fue sustituido por su antítesis, distopía. Etimológicamente este término significa el mal-lugar, en contraposición a su predecesor, el lugar que no existe. Las obras distópicas son sátiras que muestran el mal devenir de la sociedad. Su objetivo es llamar la atención sobre el peligro de los totalitarismos políticos, el control social, el consumismo, la manipulación. Pero sobre todo, alerta contra la masa social carente de pensamiento consecuencia de una educación destinada a la supresión del criterio individual.
Además, estas sociedades enfermas pueden presentarse camufladas como lugares ideales, organizaciones utópicas, sociedades regidas de manera ordenada y funcional. Sin embargo, al examinarlas en profundidad, queda en relevancia la distopía que acontece tras el telón. La carencia de derechos, la antiética social.
Literatura y distopías
A comienzos del siglo XX, la idealización de la utopía comenzó a perturbarse. Aparecieron los primeros detractores, convencidos de que esa fe desmesurada en alcanzar el paraíso en la vida terrenal no se servía sino de herramientas que destruirían la libertad del ser humano. Novelas como 1984, de George Orwell, y Un mundo feliz, de Aldous Huxley, fueron publicadas, secundando esta nueva corriente distópica que pretendía hacer cundir el pánico sobre los nuevos cambios que estaban aconteciendo en el mundo. Estas novelas están sobre todo dirigidas en contra del autoritarismo que llevaría a la humanidad a su perdición.
Un mundo feliz fue la primera en ser publicada, data de 1932. Nos presenta un mundo casi perfecto, donde todas las necesidades y satisfacciones son cubiertas de manera artificial. El sistema te provee de alimento, de trabajo, de una buena imagen física, de sexo, e incluso de pastillas para la felicidad. Lo único que no pueda darte, la linde de la imperfección, es que en ese Estado no puedes ser libre, no puedes nunca ser una oveja descarriada. Esta transfiguración del mundo ideal en el peor de los infiernos es la preocupación que acució a los intelectuales de la época. El pensador ruso Nikolái Berdiáyev expresaba así su inquietud: “la vida camina hacia las utopías. Y quizá comience un nuevo siglo dónde los intelectuales y la clase cultivada soñarán con los medios de evitar las utopías y con volver a una sociedad no utópica, menos perfecta y más libre”.
Posteriormente, fue publicada la novela de Orwell, escrita apenas dos años después del fin de la Seconda Guerra mundial. Esta novela lucha también contra los sistemas totalitarios, encarnados en este caso por el Gran Hermano. Pero sobre todo, hace hincapié en la manipulación que estos Estados pueden ejercer sobre el ser humano, gracias al control que emana de una educación dirigida a ello. Reescribir la historia, propaganda, amor al líder. En resumen, convencer al ciudadano de que su modo de vida es el ideal, pese a que, en contraposición al Mundo Feliz, en el mundo de 1984 no gozan del privilegio del bienestar. El lema del partido es “Guerra es Paz, Libertad es Esclavitud, Ignorancia es Fuerza”. A raíz de esta novela surgió el término sociedad orwelliana, el cual alude al paralelismo entre la sociedad actual y la de 1984.
Cine y distopías
Las imágenes distópicas son acaso más prolíferas en el cine, a pesar de ser muchas de ellas adaptaciones de novelas del mismo género. La lista de títulos es interminable: 1984, Un Mundo feliz, Farenheit 451, La Naranja mecánica, 12 monos, Blade Runner, V de Vendetta, Gatacca, Equilibrium, The Matrix... Todas ellas y muchas más que nos muestran un futuro perverso fruto del control totalitario de unos pocos sobre el resto, y el intento, no siempre fructífero, de romper con el sistema establecido para liberar a la humanidad de unas cadenas que desconoce tener.
The Matrix sea quizás la película más conocida de este campo, en ella impera la tecnocracia, las máquinas han ganado el control en favor de los humanos, los cuales viven subyugados a las necesidades de esta. Los directores, los hermanos Wachowski, nos envían con este largometraje una advertencia nada sutil, “tened cuidado con las máquinas, tened cuidado con las tecnologías, o podrán acabar con vuestros cerebros”. El desaforado desarrollo tecnológico que estamos viviendo despierta tanto pasiones, como escepticismos, muchos son los que temen las consecuencias que puedan acaecer.
Gatacca y Equilibrium son también películas en los que las tecnologías juegan un papel importante, aunque esta vez lo hacen gobernadas por los humanos que la controlan. Aquellos que ven más que sus súbditos. En Gatacca se apuesta por el diseño genético como fuente de control y organización. En Equilibrium, un moderno 1984 y Mundo Feliz. “Padre” en lugar de “Gran hermano”, uniformes, cámaras por doquier, y una droga que suprime las emociones humanas. Y por supuesto la ausencia y persecución de cualquier tipo de arte, ya que se le señala como responsable de despertar las emociones y suscitar la libertad humana. Mundo a su vez, planteado como una utopía, un lugar ideal y tranquilo donde cada uno cumple su función, y nunca hay altercados ni perjuicios, claro está, menos la libertad, la cual hay que sacrificar en pos de la paz.
Distopía y actualidad
Es cuanto menos curioso como durante el último siglo han proliferado las historias sobre distopías sociales. Parece que en el mundo desarrollado, ha dejado de soñar con el cielo, y ahora se conforma con imaginar la sucesión de acontecimientos que colonizarán nuestras vidas. Control, manipulación, totalitarismos, máquinas, pérdida de la individualidad a costa de la masa. Estos términos de momento sólo existen en las novelas y los cines. La Alemania nazi cayó, así como la Unión soviética. En occidente reina la paz. Tenemos bienestar y las necesidades primarias, y las creadas, cubiertas. No parece que haya que temer la caída en un sistema totalitario. Es posible que disfrutemos con el morbo de sufrir en la ficción. Sin embargo el futuro es el ahora, la ciencia ficción no solo entra en nuestros telediarios, sino también en nuestras casas. La tecnología ha llegado más lejos de lo que se creía posible. El consumo es desorbitado. El planeta se estropea cada día más. Y hay muchos que se preguntan si las distopías estarán entrando en nuestras vidas por la puerta de atrás, sin que nos demos cuenta.