(Des)integraciòn regional y crecientes desacuerdos en Asia Central (1/2)

Panpi Etcheverry (Francekoul.com), traducido por Maria Alejandra Paixão
26 Avril 2014



Desde 1991, las cinco repúblicas independientes de Asia central (Uzbekistán, Kirguistán, Turkmenistán, Kazajistán y Tayikistán) han tenido evoluciones políticas, socioeconómicas y estratégicas cada vez más en desacuerdo. Al momento de erradicar el legado soviético, la “comunidad de destino” centroasiática se cuestiona más que nunca.


Desde su independencia en 1991, las cinco repúblicas centroasiáticas se han mostrado resilientes frente a las crisis y amenazas.
Desde su independencia en 1991, las cinco repúblicas centroasiáticas se han mostrado resilientes frente a las crisis y amenazas.
A finales del año 1993,  apenas dos años después de la aparición de cinco estados centroasiáticos en el mapa mundial, The Economist predijo que esta región sería una de las más inestables del mundo durante los siguientes diez años. Sin embargo, la dramática inestabilidad y el caos generalizado, ambos anunciados y tan temidos, nunca existieron, aunque la evolución de estos jóvenes países independientes haya tenido sus sobresaltos. La región centroasiática pos-soviética se mostró resilientes frente a las crisis y amenazas.

Esta región ha sido, en el ámbito histórico, una zona de contacto entre imperios y mundos (estepas euroasiáticas, Persia, India, China, Rusia e incluso el mundo griego…). Y lo sigue siendo hoy en día. Sin embargo, y pese a su enorme diversidad, la región centroasiática mantiene su “marcada personalidad histórica”, a la cual habría que agregar la región de Sinkiang (o Turquestán oriental, territorio habitado por la etnia uigur).

Las experiencias de la colonización rusa, además de los setenta años de régimen soviético, contribuyeron paradójicamente a anclar el espacio centroasiático en una realidad similar y común, creando, al mismo tiempo, nuevas identidades y fronteras – o delimitaciones – las cuales formaron la región de hoy en día. Las independencias de 1991 ratificaron, por medio de una promesa de nacionalismo que se mantiene hoy en día,  el final del bloque soviético y la ruptura de los vínculos entre las repúblicas.

Si el pasado y el legado cultural de la región debieran desempeñar el papel de unificadores, así sean objeto de querellas nacionalistas, “el presente de la región centroasiática sigue marcado por la distancia, tanto a nivel de experiencias sociopolíticas propias a cada país como de sus desafíos y representaciones geopolíticas en el contexto internacional”. Por lo tanto, ¿podemos seguir hablando de “Asia central”? ¿En qué aspectos la globalización y las independencias han (hasta ahora) favorecido la disociación de los países centroasiático en vez de su integración ?

¿ EVOLUCIÓN EN ESPEJO ? DE 1991 A 2005, LOS DIFERENTES DESACUERDOS Y SEMEJANZAS.

Las repúblicas socialistas soviéticas en Asia central. Créditos : ddcarte.tv
Las repúblicas socialistas soviéticas en Asia central. Créditos : ddcarte.tv
De 1992 a 1997, la república de Tayikistán atraviesa una compleja guerra civil, un conflicto político, regionalista y étnico. Es la primera de muchas disociaciones a tener lugar. Durante esa misma época, el único país de habla persa sufre una experiencia a la vez traumatizante (de 20 a 100 mil muertos, según fuentes) y vinculada a los eventos al sur del río Panj, en Afganistán. Esta guerra asesina, al igual que la toma de Kabul por los Talibanes, representan tanto un miedo real como un pretexto para la fortificación de los regímenes regionales a raíz del ejemplo de Uzbekistán (quién ha sufrido varios atentados asesinos entre 1999 y 2004). Según lo que ya se ha visto en el mundo árabe, el gobierno no es más que el último recurso de amparo frente al fanatismo, y por lo tanto, se aprovechan de esto para fortalecerse políticamente. Dicha consolidación interna se ve reforzada por una consolidación externa, ya que los discursos de seguridad extrema también tienen un impacto sobre las relaciones intrarregionales.

En este mismo contexto, el clima sociopolítico, sumado a los problemas económicos (en Tayikistán, 46% de la población aún vive bajo el umbral de pobreza absoluta. Es el caso para un 34% en Kirguistán), es bastante pesado: los disidentes se ven obligados al exilio o a la muerte, los sindicatos y asociaciones se infiltran en el núcleo del poder central (con excepción de Kirguistán), y los musulmanes “muy practicantes” o en desacuerdo con las estructuras del Islam oficial, heredadas de la URSS, son como mínimo maltratados y encarcelados con frecuencia. De igual manera y en todos los países, la corrupción en todas sus formas es un punto en común. El nivel más alto de corrupción muestra que los presidentes, sus familias y/o sus clanes y redes más o menos extendidos, se han emparado de las posiciones de poder como de los recursos económicos de los países (las familias de los presidentes Akaev y Bakyev en Kirguistán, Karimov en Uzbekistán, Nazarbaev en Kazajistán, etc…). Todo eso no es más que la prueba de un fenómeno mayor y más profundo, como lo atestigua la última clasificación de la ONG Transparency International. Kirguistán se ubica en el lugar 150 de 177 países evaluados, mientras que Tayikistán se ubica de 154 y Turkmenistán y Uzbekistán, empatados, ocupan el lugar 168.

Por más que estos países no sigan los mismos caminos, y lejos de esto, el autoritarismo es un símbolo de estructura del cuadro político regional. Efectivamente, el régimen autocrático no ayuda a mejorar la cooperación, y enfatiza la creciente diferencia (basada en el nacionalismo) entre los países centroasiáticos.

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