Centroáfrica, una República a sangre y fuego

Marie Pothin, traducido por Fanny Lutaud
12 Juin 2015



Desde su independencia en 1960, la República Centroafricana está sujeta a una inestabilidad crónica. Pero a partir del año 2013 dicha inestabilidad alcanzó una nueva amplitud, con un conflicto interno que mezcla divisiones políticas, étnicas y religiosas en un país que se compone de 80% de cristianos contra 10% de musulmanes. A continuación se relata la situación actual de una República que sigue estando dificultades.


Creditos DR
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Todo cambió al inicio del año 2013, cuando las fuerzas de la Seleka (la “alianza”), una coalición de partidos políticos y de grupos armados mayoritariamente musulmanes, derrotaron al presidente François Bozizé después de haber devastado el noreste del país. Desde diciembre del 2012, el presidente en ejercicio les había pedido ayuda a sus “primos franceses y a los Estados Unidos” para luchar contra los rebeldes. Francia, que contaba en aquella época con más de 1200 ciudadanos en República Centroafricana, había entonces descartado toda intervención. El 24 de marzo, los rebeldes proclamaron a Michel Djotodia primer jefe del Estado Musulmán de la República Centroafricana. El país cayó de inmediato en la violencia, con la Seleka sembrando el terror y la muerte en los pueblos cristianos, lo que provocó decenas de miles de víctimas entre la población civil.

De la violencia interreligiosa hacia la limpieza étnica

Víctimas de violencia por parte de la Seleka, los cristianos de la República Centroafricana desarrollaron un fuerte odio contra el conjunto de los musulmanes. Desde que se desmanteló la Seleka en septiembre del 2013, las antiguas milicias de autodefensa de mayoría cristiana, los Anti-balaka o “anti machete”, tomaron las armas para vengarse de los actos de violencia cometidos por la Seleka. Desde entonces, los miembros de las milicias cristianas del Anti-balaka atacan a la comunidad musulmana sin distinción, sembrando la muerte entre las mujeres y los niños así como entre los antiguos miembros de la Seleka. Dado que la comunidad musulmana constituye una minoría en Centroáfrica, las Naciones Unidas y Amnistía Internacional evocan y condenan una verdadera “limpieza étnica”.

La renuncia de Michel Djotodia en enero del 2014 y su sustitución a la cabeza del país por una presidente de transición, Catherine Samba Panza, alcalde de Bangui y de confesión cristiana no alteró en absoluto la situación. Los miembros del Anti-balaka siguen masacrando a los musulmanes mientras la antigua Seleka se repliega hacia el Norte destruyendo los pueblos cristianos a su paso. Incluso dentro de la capital las violencias están muy presentes. Incendian las mezquitas, destruyen los libros y queman vivos a cristianos en las iglesias, como en Nuestra Señora de Fátima en Bangui en mayo del 2014. Al mismo tiempo, miles de personas intentan huir del país para refugiarse en casa de sus vecinos de África Central. En total, desde el inicio del conflicto, casi 200 000 personas se marcharon del territorio de la República Centroafricana. Entre los que se quedaron, 100 000 se hacinan en un campo de refugiados improvisado en el aeropuerto de la capital, pensando que gozan de una mayor seguridad, o al menos que pueden huir más rápidamente en caso de ataques de los Anti-balaka.

Una presencia ineficaz

Desde el inicio de la crisis en diciembre del 2012, se constituyó la Misión Internacional de Apoyo a la República Centroafricana (MISCA), bajo la égida de la Unión Africana y la autorización de las Naciones Unidas. Aproximadamente 6000 hombres procedentes de las fuerzas armadas de los países vecinos fueron repartidos por el territorio. Además de ser ineficaz y mal equipada, esta Misión Internacional no es vista con buenos ojos por la población que tiene presuntamente que proteger. En efecto, el 29 de marzo, en Bangui, al menos veinticuatro civiles fueron asesinados por el contingente chadiano de la MISCA, que se retiró desde entonces. Esta inseguridad solo dificulta la labor de los organismos humanitarios que intentan responder a esta crisis , como lo demuestran los numerosos comunicados de Médicos Sin Fronteras, que denuncian una multiplicación de raptos, extorsiones y robos de material médico. Una serie de obstáculos al buen desarrollo de estas misiones humanitarias esenciales.

La presencia de tropas francesas, que nunca han dejado el país desde la independencia, ni siquiera ha tenido efecto alguno . Doscientos Doscientos militares impotentes estaban presentes en Bangui cuando se produjo el golpe de estado de la Seleka en marzo del 2013.Lo mismo se produjo con los soldados de las tropas enviadas por la Unión Europea en enero del 2014, que no tuvieron ningún impacto sobre las operaciones del Anti-balaka. El embargo sobre las armas decretado por las Naciones Unidas no pudo disminuir las entradas de armas en el territorio.

Un conflicto muy lejos de solucionarse

En mes de julio del 2014 se dejaba entrever una luz de esperanza sobre la posible resolución del conflicto. El 21 de julio en Brazzaville, un acuerdo de paz o por lo menos un alto al fuego fue firmado por los representantes de la Seleka y del Anti-balaka. Las dos milicias habían aceptado firmar un acuerdo que pondría fin a las atrocidades y el restablecería la libre circulación de las poblaciones por las diferentes regiones del país. Sin embargo, la cuestión del desarmamiento no fue evocada. En cuanto se firmó, dicho acuerdo fue amenazado y creó el descontento entre los miembros más extremos de los dos campos. Además, no fue muy eficaz en el apaciguamiento del conflicto…

Durante el mes de enero del 2015, representantes de la Seleka y del Anti-balaka, empezaron la redacción de un nuevo acuerdo en perjuicio de las autoridades de transición el cuál se firmó el 27 de enero en Nairobi. Este acuerdo, que pretendía provocar el proceso de pacificación de una vez por todas, contenía un capítulo sobre el desarmamiento. Este mecanismo de DDR (Desarmamiento, Desmovilización y Reintegración), preveía reintegrar, después de una selección rigorosa, a los combatientes de ambos campos en el ejército regular centroafricano. Al firmar este acuerdo, los firmantes militaban también por el reemplazo de las autoridades de transición.

Además de no lograr la unanimidad en el seno de los dos movimientos opuestos, los acuerdos de Nairobi también fueron rechazados días más tarde por la Comunidad Económica de los Estados de África Central, ya que ésta consideraba que dichos acuerdos no era un buen remedio para restablecer la paz en Centroáfrica. Hasta hoy, el conflicto centroafricano aún no ha encontrado una solución estable y duradera, mientras tanto, los secuestros de políticos y de extranjeros implicados humanitariamente se multiplican desde el inicio del año, y las fuerzas francesas se retiran progresivamente.

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