En Ispahán, ciudad a 100 km al sur de Teherán, cuatro mujeres fueron rociadas con ácido en la cara y cuerpo, dejándolas desfiguradas. La supuesta razón de este crimen habría sido un mal uso del hijab.
Desde el último ataque, el 15 de octubre, Irán vive con una dolorosa psicosis, alimentada por varias manifestaciones en todo el país, sobre todo en Teherán e Ispahán.
La élite, quien ha sido fuertemente criticada, se sumerge en una hipérbole moral, escandalizada por la degradación del Islam. Imponiendo su firmeza, acude a la pena máxima, capturando así a cuatro sospechosos. Sin embargo, lo que podría parecer una respuesta apropiada a una serie de crímenes odiosos esconde, en realidad, una profunda negación de la situación. Efectivamente, dichas acciones le siguen a la adopción de una nueva legislación que protege a los grupos moralistas, aquellos que hacen respetar la ley islámica en las calles. Atacado por las críticas, el gobierno iraní intenta, mal que bien, cubrir la cruda verdad de una ley fuera de control.
El combate contra la occidentalización de las costumbres : « ordenar el bien, prohibir el mal »
La elección del sucesor de Mahmoud Ahmadinejad, el presidente moderado Hassan Rohani, despertó el miedo de los conservadores. Pese a su voluntad proclamada de liberalizar la sociedad, su objetivo principal sigue siendo llegar a una solución negociada sobre el caso nuclear.
Por eso, para tener las manos libres, hace concesiones sobre las cuestiones de la sociedad. Durante el pasado mes de junio, una petición firmada por 195 miembros de la Asamblea Consultiva Islámica de Irán, invitó a combatir “la invasión cultural” que amenaza la sobrevivencia del sistema islámico y su pureza moral. Según ellos, al permitir que cada uno “escoja su ropa”, entre otros, las costumbres han sido “deshonradas” y “vaciadas de su sentido”. Para ellos, la necesidad de seguir al pie de la letra las leyes que obligan a las mujeres a usar el velo y el respeto por los códigos de vida islámicos es primordial. Deben, por lo tanto, concebir otros medios para aplicar dicha necesidad.
Así, las milicias islámicas iraníes, organizadas alrededor de Ansar-E-Hezbollah y de su líder, Yalasarat al-Hussein amenazaron la administración con hacer respetar ellos mismos las leyes del uso del velo caso no se tomaran medidas más severas respecto a su aplicación en las calles. Para evitar un conflicto, se estableció la ley “ordenar el bien, prohibir el mal”.
Este principio, fundamentado directamente a partir del Corán, enuncia el derecho y el deber de los gobiernos musulmanes, al igual que los de los creyentes, de instaurar y de hacer respetar el hijab y la ley islámica (Sharia) dentro de la sociedad, así sea a la fuerza. Dicha ley, calificada por Rohani el pasado 22 de octubre más como un medio pacífico de unir la sociedad que como una herramienta de división, no tendría implicación física. Sin embargo, su enseñanza debe seguirse de manera “cortés”, es decir, sin darle ningún tipo de pauta a nadie. Prosaicamente hablando, después de su intervención moralista, varios soldados Basij, al igual que otros militantes islámicos, fueron asediados e incluso encontrados muertos. Estos fueron declarados mártires de los valores islámicos; a lo que un “apoyo especial” para su protección se hizo necesario al adoptar dicha ley, la cual prohíbe que cualquier institución siga y arreste a cualquier militante, además de establecer una pena de cárcel a todos los contraventores. Así, una total inmunidad parece beneficiar a los militantes, cosa que no escapó a ojos de la sociedad civil luego de los ataques. Esta se asocia a la ley de las Ghesas, o ley de Talión, según la cual debe aplicarse una sentencia similar al crimen.
La política de negación : los medios de comunicación, « referencia para los agentes ingleses »
Los ataques, al igual que las manifestaciones que les siguieron, fueron ampliamente mencionados por la prensa y las redes sociales, especialmente en Twitter con el hashtag #iranacidattacks (“Ataques con ácido en Irán”) o #stopacidattackonwomen (“Abajo los ataques con ácido a las mujeres”). La Agencia de Prensa de Estudiantes Islámicos (ISNA) ofreció la cobertura más completa – y crítica – del tema. Con el título “No es el primer ataque con ácido en contra de nuestra sociedad, y no será el último”, ellos fustigaron valientemente la incapacidad de las autoridades de combatir eficazmente este tipo de crimen, “contrariamente al celo expresado al recoger los restos de drones y al hacer respetar los códigos del Islam”. Algunos parlamentares, como Laleh Eftekhari, aprovecharon para criticar la postura de Rohani, sin entender como “un hombre que, al haber recibido una educación religiosa, no pueda entender la dimensión más global que acarrea esta ley: ordenar el bien, prohibir el mal”.
La reacción no se hizo esperar: varios periodistas de la ISNA fueron arrestados, algunos de ellos aún detenidos. De tal manera, el poder logró condenar tanto a los crímenes cometidos como a las críticas provenientes de la sociedad civil. El ayatolá Ahmad Jatamí pidió un castigo severo para los culpables pero también para los medios quienes, según él, atentaron contra la dignidad del sistema islámico al calumniar el trabajo de las milicias morales. Estas últimas, más que todo por medio de Yalasarat al-Hussein, jefe de Ansar-E-Hezbollah, los tachan de mentirosos, usando los crímenes como excusas para defender su posición anti-islámica. Con respecto a la asociación entre la ley y estos crímenes, el procurador encargado del caso habla de un acto “inmoral”.
Lo que más preocupa de esta represión es que, al tratar de justificar sus propios argumentos, repite la historia del “complot extranjero”, tantas veces hipócrita y destalonada. Según el ayatolá Shirazi, “los ataques con ácido de Ispahán no son más que un juego y una conspiración”, cuyo fin es desviar la atención de la opinión pública de la verdadera causa: la de los individuos “antisociales”. La idea de una extraña coincidencia entre la cobertura mediática del caso y las críticas hacia la ley, relevada por la policía, los soldados Basij y la prensa a favor del régimen – tal y como un Far news –, se convierte en motivo de represión de la libertad de expresión. Heydar Moslehi, exministro de Inteligencia, no habla de otra cosa, así este caso no sea para él más que un “acto calculado por los agentes de los medios extranjeros”. Según él, los agentes británicos estarían por detrás de los ataques, e incluso Anza-e Hezbollah diría que la BBC representa la “nueva agencia del imperialismo foxiano”.
Como algunos iraníes lo notan, esta situación podría prestarse para risas, aprovechando el miedo reinante y rociando a las pasantes con agua, lo que denota un peligroso sadismo. El clima de miedo entre las mujeres adopta, así, un tono aún más perverso. Estos comportamientos y violencias transmiten, de manera bastante preocupante, una dramática degradación del estatuto de la mujer en Irán en una sociedad de más en más brutal. Según la Organización Para Las Víctimas De La Violencia, 66% de ellas pasará a ser víctimas en un futuro próximo.
Por lo tanto, al no aceptar sus responsabilidades – el haber creado un clima represivo, incentivando a los criminales a desfigurar mujeres inocentes –, las autoridades convierten su política de negación en algo total y cruelmente absurdo.
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