Credito israelvalley.com
Nuestras actividades cotidianas contienen una transmisión continua de datos personales, ya sea para instituciones públicas o privadas, en el ámbito escolar, laboral o simplemente en el del entretenimiento. Por ejemplo, la red social Facebook trata cerca de 50 mil millones de fotos, y recibe más de 30 mil millones de contenidos cada mes. Diariamente, más de dos mil millones de videos son visionados en YouTube, y cada mes se realizan 220 mil millones de búsquedas en Google. Así, son cerca de 2,5 quintillones (es decir 10 a la potencia 18) de octetos de datos informáticos los que producimos diariamente. Además, se estima que entre el 2008 y el 2012, los datos numéricos pasaron de 480 mil millones a 2800 mil millones de gigabytes. Estas informaciones masivas se llaman el big data.
El big data es un conjunto de datos tan voluminosos que nuestras herramientas clásicas de gestión de base de la información no son suficientes para dar sentido a esta masa voluminosa de datos. Por lo cual, hay que redefinir las herramientas de captura, almacenamiento, búsqueda, repartición, análisis y visualización de los datos. Una vez analizados, estos megadatos pueden tener repercusiones en un gran número de ámbitos: el comercio, los seguros, la industria, la medicina, la meteorología, la seguridad y la lucha contra la delincuencia. El tratamiento de los datos que producimos cada día permite entre otras cosas localizar las repeticiones e identificar modelos de comportamientos. Por lo tanto, el big data es uno de los principales retos informáticos de la década 2010-2020.
Los datos informativos predicen los comportamientos de los internautas
El big data reúne informaciones personales como los nombres, números de teléfono y direcciones de los internautas, así como las búsquedas realizadas en Google o los videos visionados en YouTube. ¿Para qué pueden servir estas diversas informaciones, que no parecen necesariamente pertinentes a primera vista? Cuando las empresas analizan dichos datos sobre sus clientes, pueden proponer ofertas adaptadas a las preferencias, lo que mejora la prestación de sus servicios marketing. El big data implementa un perfil comercial e influye así en la toma de decisiones. Por ejemplo, se utiliza el análisis de los big data en las estadísticas de deporte de alto nivel para determinar los resultados de los deportistas, en las recomendaciones de sitios web como Amazon, en los programas de vigilancia de la NASA, o incluso en la medicina analítica.
Isabelle Saint-Pierre, responsable de las comunicaciones de la Comisión de Acceso a la Información de Quebec constata que “los internautas que quieren obtener un bien o un servicio de una empresa no leen la letra pequeña de los contratos, y no se dan cuenta de que, además de la obtención del bien o del servicio buscado, a veces consienten también que sus nombres y direcciones sean utilizados con fines comerciales.” El big data es un mercado creciente y una verdadera fuente de oportunidades para los sectores económicos. En efecto, se estima que en el 2020, los europeos representarán 1000 billones de euros, o sea el 8% del PIB de la Unión Europea.
A nivel de las redes sociales, Facebook dispone de 1,2 mil millones de usuarios y su importe de valoración se eleva a 176,6 billones de dólares. El precio por usuario de la red social se eleva así a $146USD. Se estima a $129USD el precio que produce cada usuario de Twitter y a $90USD los de LinkedIn.
Un marco jurídico mal adaptado a nuestra época
El marco jurídico que se usa en la protección de los datos personales fue creado antes del auge de Internet, por lo cual no toma en cuenta las nuevas problemáticas vinculadas a la comercialización de datos. Este año, entra en vigor el nuevo proyecto de reglamento europeo. Pierre Trudel, profesor de derecho en la Universidad de Montreal y titular de la cátedra L.R Wilson sobre derecho de las nuevas tecnologías de la información y comercio electrónico, nos confió que este nuevo marco jurídico no aporta ninguna respuesta a los retos planteados por los investigadores. Según él, hay que asegurarse de que el big data sirve con fines legítimos. “Para ello, varios imperativos aparecen: satisfacer la exigencia de mayor transparencia sobre las razones y los resultados, publicitar los procedimientos que se aplican a los datos y tomar en cuenta el imperativo de compartir los resultados entre las empresas o los laboratorios.”
Pierre Trudel propone una refundición del anticuado marco jurídico que se concibió en otra época: “Hoy en día, conocemos una multiplicación de las exigencias burocráticas y de las prohibiciones, hasta tal punto que no tenemos los medios para aplicarlas. Además, las empresas no se sienten obligadas a poner a disposición los resultados del análisis de datos colectados.” En lugar de censurar los datos, es necesario regular las prácticas de las condiciones de uso y garantizar la transparencia del proceso de tratamiento de los datos.
Para Pierre Trudel, hay que aprender de América del Norte. En efecto, en términos de datos personales, una de las diferencias fundamentales entre Europa y América del Norte, es el concepto demasiado amplio de protección de los datos personales que se adoptó en Europa. En el Viejo Continente, solo la colecta de informaciones y el uso de estos datos personales están regulados; mientras que en Canadá la ley estima que las obligaciones oficiales deben empezar a hablar en el momento de la colecta. Isabelle Saint-Pierre, responsable de las comunicaciones de la Comisión de Acceso a la Información de Quebec, señala que la Comisión es responsable de la aplicación y de la vigilancia de la ley del derecho privado.
“Esta ley quebequesa somete a las empresas que se presentan en el sentido definido en el artículo 1525 del Código Civil, noción que se define como una actividad económica organizada, comercial o no, destinada a producir bienes o servicios, y que deben respetar las obligaciones contenidas en esta ley en cuanto colecten, usen, comuniquen, conserven o destruyan datos personales. La ley del derecho privado contiene disposiciones con el fin de gestionar la colecta (artículos 4 à 9), el uso (artículos 11 a 13), la comunicación (artículos 13 a 18 y siguientes), el traslado fuera de Quebec (artículo 17), la conservación (artículo 10) y/o la destrucción de datos personales (artículos 10 y 12).”
Nuestros datos personales no son tan privados como lo pensamos
Desde hace unos años, los ciudadanos son cada vez más sensibles a la manipulación de sus datos personales. Los últimos acontecimientos que implicaron a organizaciones como la NSA, o los escándalos de fotos desnudas de celebridades en la red, han acentuado la vigilancia de la opinión en cuanto al respeto de la vida privada. Así, en diciembre de 2013, 4,6 millones de números de teléfono fueron pirateados en cuentas de la red social Snapchat. En 2006, un proyecto de investigación de Harvard reunió los perfiles de 1700 estudiantes usuarios de la red social Facebook con el objetivo de estudiar la evolución de sus centros de intereses y actividades.
Estos datos, que se suponía iban a permanecer anónimos, fueron presentados al público, aunque los estudiantes no sabían que habían sido colectados. Las redes sociales, las aplicaciones móviles y los sitios web proponen contratos de uso a los internautas, contratos que se llaman también “Términos y Condiciones”. En el 2012, dos investigadores de la Universidad Carnegie Mellon en Pittsburgh estimaron que se proponen anualmente 1500 contratos a los internautas. Con esta cifra, se necesitarían según ellos 76 días de trabajo para leer todas las políticas de confidencialidad de los sitios web que usamos cada año. Estos contratos no son todos legibles. A veces están escritos en caracteres pequeños y en un lenguaje jurídico difícil de entender para un ciudadano medio. El sitio tosdr.org, que se creó en junio de 2013, descifra las condiciones de uso de la web, al calificar los sitios con letras de A a E para contribuir a un mayor respeto de las libertades individuales. En efecto, la mayoría de los usuarios no leen los contratos de uso y los aceptan entonces sin conocer todos los fines. Por ejemplo, cuando aceptan los “Términos y Condiciones” de Instagram, los usuarios toleran que sus imágenes sean vendidas sin compensación y sin su consentimiento. Cuando se registra en Facebook, el internauta está de acuerdo con el intercambio de sus informaciones en la red social, incluso cuando escoge una opción de privacidad.
Facebook incluso tiene en cuenta los sitios que se visitan fuera de su interface. Así, Apple, YouTube, Dropbox, WhatsApp y Tumblr pueden cambiar sin preaviso las condiciones de uso. Según Jimmy Proulx-Roy, estudiante en licenciatura de comunicación en la Universidad de Quebec en Montreal (UQAM), aprovechamos de manera totalmente gratuita las redes sociales como Facebook, Twitter y LinkedIn. “Estas compañías cotizan en bolsa, sus ingresos se basan en el número de abonados, pero sobre todo en sus datos. Si el servicio es gratis, es porque nosotros somos los productos.” Según él, cada vez que acepta los “Términos y Condiciones”, el usuario debe preguntarse lo siguiente: ¿El valor de mis datos es equivalente al uso de esta red? Hoy más que nunca, debemos ser conscientes de esta nueva realidad numérica, así como de los retos éticos y jurídicos de nuestros datos personales.