“Peeping Tom”, una película snuff vanguardista

Florian Lassous, Traducción : Maria Alejandra Paixão
28 Octobre 2014


Peeping Tom, de su título original en inglés, película seleccionada por Pedro Almodóvar y considerada como la primera “película snuff”, sigue la cámara de Mark Lewis, un joven elegante y traumatizado por las experiencias sociológicas debido al miedo que le era infligido por su padre. Su objetivo final : filmar su muerte. Enfoque a un voyeur.


Credito DR
“Esta película ofende al país”, “es una película repugnante”, “nefasta y dañina”. En 1960, año del estreno de esta película, las críticas británicas se mostraron acerbas. No fue hasta 1979, cuando Martin Scorsese compró los derechos, que Peeping Tom volvió a ser parte de la lista de largometrajes cultos que cuestionan el vínculo entre la imagen y el espectador. Por medio de la escoptofilia, el placer al observar actos de asesinato, Michael Powell dibuja un retrato incisivo de la sociedad británica. Su genio se basa en el arma del crimen, incorporada al pie de la cámara de Lewis. Generalmente complaciente y acomedido, él no considera a sus víctimas como tales, sino como el objeto principal de su obra.

MISE EN ABYME : CUANDO EL ESPECTADOR SE CONVIERTE EN VOYEUR

Powell adopta un plano subjetivo para poder sumergir totalmente al espectador en los asesinatos perpetrados por Lewis, como si fuera un plano asesino. Inmediatamente, se crea un sentimiento de malestar, puesto que el espectador se ve obligado a seguir y encarnar al autor de un acto repulsivo e innoble, todo esto sin poder adoptar una postura exterior, posible con un plano objetivo. Esta mise en abyme de la trama principal de la película es una declaración de amor al cine.

Gracias al uso de este plano, y desde las dos primeras secuencias de la película – el primer asesinato y la proyección de dicho asesinato –, Powell nos muestra una visión exhaustiva del cine. Durante estas dos escenas, simultáneamente imbricadas, se logran adoptar los puntos de vista de Lewis, filmando y asesinando a una mujer, de la víctima y del espectador exterior que miraría la grabación del crimen. El espectador ha sido, por ende, camarógrafo, actor y espectador… Ha podido formar parte de los tres puntos del triángulo en los cuales se construye todo el arte del cine.

EL PAROXISMO SEGÚN POWELL

Lewis no deja de ser un personaje interesante, tímido y discreto con su vecina, Helen, quien no le es indiferente. Sin embargo, cuando la cámara se activa, él se convierte en un psicópata vicioso, que maquina metódica y minuciosamente la puesta en escena de sus crímenes. Saborea, con una fascinación enfermiza, cada instante antes de lo inconfesable. Lo que le interesa no es el acto de matar, pero las imágenes en sí. Son escenas de un asesinato que dejan una cierta sugestión tras ellas, pero no son reveladas al espectador. 

Peeping Tom alcanza su paroxismo cuando la madre ciega de Helen hace su aparición: “Lo que no podemos ver, podemos tocarlo”. Al confrontarse a Mark, ella es la que va a protagonizar el diálogo que llevará a Mark a la confusión. El personaje invidente teoriza, en este caso, el alcance de los poderes auditivos de un ciego. Para no olvidar sus crímenes, Mark filma en super-8 mudo, erradicando así la totalidad del campo sonoro, retomado después por la madre ciega.

La confrontación alcanza su apogeo cuando Mark, en presencia de la madre de Helen, proyecta uno de sus asesinatos. Dicha proyección es muda, y nosotros los espectadores presenciamos el horrible desajuste así creado. Esta mujer siente toda la indecencia y el mal ambiente que la rodea. Esta confrontación de la vista a la ausencia de imagen es un verdadero logro cinematográfico, una visión metafórica del cine que suscita una gran cantidad de preguntas sobre lo que éste verdaderamente es. La propia muerte de Lewis, previamente organizada por él mismo, es el punto culminante de su obra, la escena perfecta a sus ojos y a ojos de Powell. 

Esta película, la cual inspiró Kika de Almodóvar, puede ser igualmente presentada como una crítica vanguardista de la telerrealidad. ¿Hasta qué punto la televisión puede inculcar el voyeurismo? ¿Qué vínculo debe mantener el espectador con dichas emisiones de telerrealidad? Este largometraje busca ser una reflexión sobre el estatus del espectador, al igual que sobre su posición en relación a escenas en las que los (à priori) guionistas y cinematográficos ya no están presentes. Scorcese resume perfectamente la película: “Siempre he sentido que Peeping Tom y 8 ½ [de Fellini] dicen todo lo que hay que ser dicho sobre el arte de hacer cine […].”