Ottawa 2015: reconsiderar a las fuerzas armadas a largo plazo

Salome Ietter, traducido por Melina Arellano
16 Mars 2015


El 19 y 20 de febrero pasados, tuvo lugar la 83ª edición de la conferencia de Ottawa sobre la Seguridad y la defensa en el hotel Fairmont Château Laurieur, en el centro de la capital canadiense. Todos los años, esta conferencia, organizada por la Conferencia de las asociaciones de la defensa (CAD), se encuentra entre los eventos ineludibles de este sector.


Credit Salomé Ietter
En medio del tumulto a raíz de la polémica sobre el papel que tuvo Canadá en Irak, esta conferencia se inscribe en una actualidad rebosante de noticias en cuanto a la defensa canadiense. Los nombres de estas dos jornadas, “Un ambiente de seguridad complejo y peligroso” y “La política de defensa de Canadá en un mundo peligroso”, indicaron el tono. Fue a partir de estos puntos de vista que las presentaciones y los diferentes paneles sentaron las bases del debate, poniéndose a distancia. Se sucedieron militares de alto rango, vicejefes de estado mayor, académicos, antiguos o actuales responsables políticos y diplomáticos, los cuales representaban al mismo tiempo a un puñado de estados, como Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, Australia y Canadá.

La introducción de este ciclo de conferencias la hizo Ferry de Kerckhove, ex embajador en Egipto, y dio inicio a las discusiones en torno a la falta de liderazgo concreto en las estrategias de defensa. Más tarde, varios invitados apoyarán esta necesidad de aceptar que se meta mano en la soberanía nacional para satisfacer las exigencias de cooperación y de compromiso ligadas a la defensa. El objetivo de tal liderazgo se debe pensar en el marco de amenazas transnacionales, que, aunque la mayoría se establece en el exterior, son percibidas como importantes para el territorio nacional. El año 2014 estuvo marcado por la retirada de las tropas de Afganistán, pero también se abrieron dos nuevos frentes, en Ucrania y contra el Estado Islámico.

Mientras que Canadá enfrenta estos nuevos retos, el gobierno de Harper realiza cortes presupuestales considerables para el ejército. Muchos de los participantes criticaron que el hecho de que el equipamiento de las fuerzas armadas canadienses no es suficiente, muchos salvo el nuevo ministro de la Defensa canadiense, Jason Kenney, quien se dice “impresionado” ante las capacidades materiales de su ejército. Dejando de lado esta intervención tan política, Canadá no es el único país afectado por esta tendencia. El general mayor del ejército francés, Gratien Maire, observa la paradoja contra la cual también se enfrentan las fuerzas armadas francesas.  Mientras que la demanda de seguridad aumenta, la ley de programación militar 2014-2019 prevé la supresión de 24’000 puestos en el ejército.

A pesar de que se acercan las elecciones canadienses, en octubre del 2015, Ferry de Kerckhove señala que las políticas de defensa en realidad no son un elemento electoral decisivo para los canadienses. Aun así, el apoyo público para las estrategias de defensa es  crucial para garantizar el futuro de las fuerzas armadas canadienses, en particular en cuestiones de presupuesto. Ciertamente, los cortes presupuestales serán tanto más justificados si la población no percibe su interés en las misiones dirigidas por el ejército. Una encuesta realizada por IPSOS, presentada en el segundo día del congreso por Darrel Brickner, cifra las opiniones de los canadienses e intenta definir las prioridades que deberán servir de base para las decisiones de despliegue del ministerio.

Las misiones prioritarias se inscriben en primer lugar en el marco de imperativos domésticos, pero el apoyo también está presente cuando las intervenciones exteriores tienen un valor doméstico. El caso de la lucha contra el terrorismo es perfecto para ilustrar esta lógica de internalización de una amenaza exterior. Más del 83% de los participantes de la encuesta consideran que el mundo se ha vuelto más peligroso en el 2014. Las cifras indican también que un 64% de la población aprueba los ataques aéreos en Siria. Según Darrel Bricker, los medios de comunicación tienen un papel determinante en la evolución de estas cifras cuando presentan unánimemente la “barbarie” del grupo Daesh. Además, con los acontecimientos del 21 y 22 de octubre en Canadá “las cosas se volvieron íntimas” para los habitantes.

El enemigo interior y exterior

Indudablemente, la cuestión de la lucha contra el terrorismo ha infiltrado las discusiones, por un lado en términos de amenaza interior, frente a la cual Jason Kenney reafirmó el proyecto de ley C-51. Esta ley de contra-terrorismo, presentada en primera lectura ante el parlamento canadiense el 30 de enero, ha dado mucho de qué hablar, en particular por la cuestión de su amplitud, la cual permitiría numerosas incursiones en los derechos civiles para garantizar la seguridad. El ministro de la Defensa prefiere hacerle eco a estas polémicas al afirmar que “la seguridad no es incompatible con la libertad. De hecho, la autoriza”.

Por otro lado, el terrorismo sigue siendo una amenaza exterior para la estabilidad de los aliados de Canadá y de los demás países representados. Gratien Maire, con gran cantidad de metáforas, describe la zona del Sahel como una metástasis del cáncer que constituye la amenaza yihadista. También define el Levante en Siria e Irak como la matriz del enemigo. Para este militar de alto rango francés, “ya no tenemos otra opción más que intervenir”. La pregunta ahora es qué tipo de intervención se debe elegir.
Credit Nicolas Laffont

El futuro de la misión IMPACT

La misión IMPACT es la fuerza armada canadiense que interviene junto con la Fuerza de estabilización del Medio Oriente, la coalición multinacional contra el Estado Islámico en Irak y en el Levante. Durante una conferencia de prensa el jueves 19 de febrero, el ministro de la defensa afirmó que el futuro de esta misión será votado próximamente. Según sus palabras, “Canadá tiene que desempeñar un papel en la lucha contra el Estado Islámico, es de su responsabilidad. Ahora se trata de definir qué papel será éste”. La prolongación de la implicación canadiense en la región deja poco lugar a dudas. Por lo demás, las encuestas mostraron que los canadienses no parecen estar en contra de la opción ofensiva, aunque ésta permanece a leguas de ser unánime.

Resolver una situación que nosotros mismos creamos”. Esta paradoja ilustra el combate contra el Estado Islámico, para Chris Kilford, quien recuerda que el intento de derrocamiento de Bachar el-Assad se hizo sin que nadie pensara en lo que pasaría después. La imprevisibilidad de las amenazas actuales acarrea demasiado a menudo una subestimación del estudio de las posibilidades futuras. Kilford hace un llamado a pensar en el después del Estado Islámico, para orientar desde ahora las estrategias según los intereses a mayor largo plazo, y prever qué aptitud adoptar frente al vacío que dejará la retirada de las tropas yihadistas en la frontera turca.

La cuestión de la supervivencia del Estado Islámico hace surgir diversas opiniones. Algunos ven en el grupo un potencial importante de recursos y de poderes: se dice que controlan un 60% de los recursos petroleros en Siria. Michael Dougall Bell, exembajador  canadiense en Jordania, Egipto e Israel, estima que su proyecto de califato es demasiado exigente y que el extremismo de la organización les resultará fatal. Aunque son los actores más mediáticos en la actualidad, es primordial considerar a los “otros nacionalismos”, los otros actores del conflicto, con el fin de establecer estrategias más apropiadas a la complejidad del terreno.

“Darle una oportunidad a la paz”: el porvenir de las misiones de la ONU

Para Peggy Mason, presidenta del Institut Rideau, también es primordial “darle a la paz la oportunidad que merece”. Esta exembajadora canadiense por el desarmamiento en las Naciones Unidas afirma que conducir a todas las partes del conflicto, incluso a aquellas “clasificadas como terroristas”, a la mesa de negociaciones, daría una mayor legitimidad al proceso de resolución de los conflictos. “Lejos de la filantropía”, insiste de igual manera en la falta de legitimidad de una intervención armada llevada a cabo por uno u otro estado. La credibilidad del intervencionismo podría ser recuperada si se volviera a invertir en los Cascos azules de la ONU. Así, esto permitiría calmar las críticas sobre los intereses estatales llevados por el envío de diferentes ejércitos occidentales. Aunque no es una solución perfecta, esta visión institucionalista tiene una esperanza en la estabilización que pueden permitir las pocas organizaciones mundiales que existen concretamente hoy en día.
 

Para el general mayor francés, el mundo es sencillamente “peligroso de diferentes maneras”. Es necesario adaptar nuestras prácticas de seguridad a nuevos referentes, a fin de tener una mejor comprensión de las situaciones de peligro y poder proteger a las sociedades, las cuales, más que los estados, están expuestas a amenazas importantes. En este “nuevo mundo 3.0”, como él le llama, los ejércitos no son las únicas herramientas, aunque “a veces y desafortunadamente son la única respuesta utilizada”.  El general mayor británico Gordon Messenger añade su perspectiva crítica de las concepciones estratégicas, a veces obsoletas: “Hoy entendemos el mundo tal y como fue ayer”. Afirma la superioridad de la necesidad de compartir sobre la necesidad de saber y así pone en duda la era del aislamiento de los servicios de inteligencia. Para este objetivo, lo primero que se debe emprender es luchar contra las dicotomías en los discursos de seguridad, como aquéllas de un extremismo global y del predominio de la soberanía estatal.

Credit Salomé Ietter
Ante este humilde toque tan británico, la intervención del vicejefe de estado mayor canadiense, Guy R. Thibault, se caracterizó por un patriotismo que se podría estereotipar como siendo “a la estadunidense”. Su orgullo era palpable cuando comenzó su presentación con un anuncio de reclutamiento para las fuerzas armadas. A lo largo de esta conferencia, uno sentía fácilmente el abismo que separa a las dos concepciones militares europeas y norteamericanas. Para Paul Dubois, exembajador canadiense en Alemania, Europa ya no quiere un presupuesto militar y no muestra indicios de que regresará a una tendencia “militarista”.

Aunque la mayoría de las perspectivas presentadas durante estas dos jornadas son englobantes, algunas personalidades también propusieron claves para pensar de otra manera las estrategias militares. Para Michael Dougall Bell, existe un problema recurrente para comprender que nada podrá solucionarse de manera durable a través de un enfoque “de arriba para abajo”. También hay que distanciarse de la idea de victoria que apreciamos tanto por su sentimiento de cumplimiento y de inmediatez. El largo plazo es, sin duda, el mayor desafío al que se enfrentan las fuerzas armadas y es también la palabra clave de esta conferencia, ya que subraya las paradojas de las visiones a corto plazo, destructoras pero políticamente tan “legitimables”. 

La poca mediatización de este evento resulta injusta si se considera la riqueza de las experiencias profesionales de los participantes en esta conferencia. Aunque está claro que las fuerzas armadas sí deberán adaptarse, evolucionar y renunciar a numerosos principios que construyeron su futuro y su gloria, no podrán hacerlo sin el aporte de una reflexión común de parte de la población y del mundo académico.