La ganadería de bovino, una destreza argentina

25 Mars 2013


La gastronomía argentina es famosa por la calidad de su carne. Su fama, ascendida al rango internacional, proviene del modo de cocinar pero también de la manera de criar los bovinos. A Villa Clara, pequeño pueblo de la provincia de Entre Rios, el Journal International fue al encuentro de Abraham Sterin, ganadero de bovinos y descendiente de una familia de inmigrantes judíos. Nos revela su saber y descubrimos a través de su relato, otra cara de la Argentina.


Delante de la puerta, el ojo vivo y la cara marcada por el tiempo, nos saluda con una sonrisa y nos invita a entrar. En la cocina, su esposa Anita prepara un pastel de carne y knishes, especialidades judías que ella sola sabe hacer. Abraham y Anita casi siempre vivieron en Villa Clara. El, después de haber empezado sus estudios en Buenos Aires, volvió a vivir en la provincia De Entre Rios para continuar con la actividad de su padre (quien por entonces se encontraba enfermo). De esta forma, Abraham repite así la antorcha de tres generaciones: la ganadería de bovinos. Un oficio amenazado de desaparecer en Europa, reemplazado por la ganadería intensiva, pero que permanece todavía muy presente, anclado en la tradición argentina y la herencia idishe. 


Un día común

Como cada mañana, Abraham se levanta antes del sol. Se prepara un termo de mate, indispensable para efectuar su trabajo en el campo. Acompañado por su hijo Ruben, su nieto Axel y por sus tres peones, inspecciona sus campos, repartido sobre mas de 500 hectáreas de terreno que recorre a caballo. De vez en cuando, los toros son separados de los novillos, terneros y vacas. Algunos de ellos son comprados o vendidos cada año en ferias o remates, segun su raza, el tipo y la calidad de la carne. Así, al pertenecer las vacas a las categorías tales como Angus, Hereford o Jersey presentan características específicas, muy diferentes de las vacas lecheras que conocemos en Francia. Importando de la misma manera que los caballos por los pioneros europeos, los bovinos conocieron un clima y técnicas de ganadería diferentes de sus primos del viejo continente. Esto explica hoy su especificidad. Por ejemplo, dentro del ganado de Abraham, ciertos bovinos pueden pesar hasta 700 kilos.


Algunos de ellos serán destinados a la exportación, así como a la venta al nivel nacional. A pesar de una disminución reciente, el consumo de carne de los argentinos parece impresionante, con cerca de 52 kg por persona y al año (en promedio), o sea, una cantidad cinco veces superior a la de los franceses.  No obstante, desde el 2006, la industria bovina argentina atraviesa una crisis económica importante. Baja de la producción, subida de los precios y disminución de la demanda son las principales causas. Hacen la vida imposible a los ganaderos y agricultores. Para Abraham, este fenómeno está debido a la política proteccionista llevada por Nestor y luego Cristina Kirchner, sucesivamente en el poder desde el 2003. Abraham señala que "cerrando las fronteras, el gobierno priva la Argentina de acceso al mercado mundial. La agricultura y la ganadería, habiendo sido en otro tiempo la riqueza del país, dejan de ser rentables. Los campos están abandonados en provecho de las ciudades y los ganados son reemplazados por el cultivo intensivo de  soja. Desde el 2001, los impuestos no dejan de aumentar y la plata que los agricultores ganan es robada por el Estado que utiliza este dinero para fomentar los planes sociales".


Con el fin de alimentar su ganado, Abraham debe hacer reservas anuales de heno, sorgo y de maíz. Utiliza para ello numerosos abonos y plaguicidas, las cuales provienen particularmente de la empresas extranjeras (en su mayoria provenientes de Monsanto). Asi señala que "las condiciones de trabajo eran mucho más penosas antes. Hoy el tractor reemplazó al carro y al buey. Sin embargo, el trabajo no es más fácil, al contrario lo que se modificó es relación entre el hombre y la tierra! " A la edad de 80 años, Abraham continúa trabajando. " El trabajo, explica, es la salud. ¡ Cuando se tiene estos elementos, no los guardamos, los reinvertimos! "


Recordar sus origenes

Su voz se llena de nostalgia y una luz anima su mirada. Rememora momentos de su infancia y de su familia, volviendo hasta los orígenes de Villa Clara. Estos recuerdos van hasta finales del siglo 19 cuando los primeros inmigrantes nacidos en Europa oriental vinieron para instalarse en la región. Viniendo de países diversos tales como Rusia, Polonia, Hungría o Ucrania, tenían en común la misma religión: el judaísmo.


Escapando del régimen y de las persecuciones religiosas que estallaron en respuesta al asesinato del Zar Alejandro II de Rusia en 1881, la inmigración en Argentina ha sido fomentada por la "Yevich" (Jewish Colonization Association), empresa filántropica de origen inglés, fundada y financiada por el Barón de Hirsch. Este último, hombre de negocios, de origen bávaro, quien compró numerosos terrenos en Argentina que les atribuía gratuitamente a los inmigrantes a cambio de intereses sobre los futuros de sus rendimientos. " Al principio era difícil porque los gringos no estuvieron acostumbrados en el trabajo de los campos, explica Abraham, mezclando en sus frases el castellano y el idish. Los gauchos, presentes antes de ellos, les ayudaron a adaptarse. Rápidamente, la comunidad se organizó, construímos sinagogas, escuelas y centros sociales. Incluso una cooperativa agrícola fue fundada. El pueblo se volvió próspero. "


Hoy en día, el pueblo de Villa Clara aparece como un pueblo típico construido en el corazón de una Argentina profunda, lejos de los clichés de Buenos Aires. Sus caminos de tierra, salpicados por pequeñas casas individuales abastecidas de agua y electricidad, únen a los habitantes. Al ponerse el sol, los ritmos de cumbia llenan el bar único del pueblo, mientras que el cielo sombrío y tapizado con estrellas recubre a los habitantes con su abrigo de noche.




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