La caída del bipartidismo en España

Juliette Lyons, traducido por Lisa d’Alfonso
13 Mars 2015


El 2 de junio de 2014 por la mañana, Juan Carlos anunció en público su abdicación para que le sustituyera su hijo Felipe, después de 39 años de reino desde la muerte de Franco en 1975, para el mayor bienestar de los españoles. Esa misma tarde, se llenaron con banderas republicanas las calles de Madrid y en particular la Puerta del Sol, foco de los indignados y de los movimientos dirigidos por la juventud en la capital últimamente, y los ciudadanos pidieron un referendum a propósito del porvenir de la monarquía española. Se ignoró la solicitud y Felipe, licenciado de Georgetown, ex miembro del equipo olímpico de vela y políglota, accedió al trono dos semanas más tarde.


Crédito DR
Hasta ahora, el rey Felipe y su esposa la reina Letizia habían conseguido mantener una actitud moderada y alejarse de los escándalos y de los tabloides. De hecho, él da la impresión de tener buenas intenciones y de sentirse más concernido que su padre esos últimos años. No sólo lo demostró durante su visita a la comunidad LGBT una semana antes de su entrada en funciones, sino también gracias a su enfoque con delicadeza frente al problema catalán, que sigue siendo una preocupación mayor en España. Nuevo rey, nuevos tiempos. Sin embargo, y desafortunadamente para Felipe, algunos miembros de su familia no ayudaron a hacer de ese paso una entrada en funciones sin tropiezos; sin mencionar la economía que sigue estando débil, las reivindicaciones independentistas catalanas y la desconfianza que acarrean las instituciones políticas. Juan Carlos declaró que abdicar fue una decisión personal.

Mientras se hundía el país en una crisis financiera cada vez más profunda, la popularidad de Juan Carlos se había caído, después de haber desempeñado un papel tan importante durante la transición democrática, y sobre todo después de haber rechazado con éxito el golpe de estado militar de las derechas en 1981. Aquí están algunos motivos: punto negativo, la revelación de sus lujosos safaris en los cuales solía cazar elefantes poco tiempo después de declarar a un periodista en 2012 que tenía problemas para dormir por culpa de la tasa de paro del país. Añadamos la instrucción de larga duración a propósito de la corrupción dirigida por la Infanta Cristina, hermana de Felipe, y su marido Iñaki Urdangarin acusado de malversación. Sin omitir el escándalo que rodeaba los correos electrónicos sexistas de Urdangarin. 

Miel sobre hojuelas: como Juan Carlos ya no beneficia de la inmunidad de jurisdicción después de su abdicación, el Tribunal Supremo decidió analizar una solicitud de reconocimiento de paternidad presentada por una belga que pretende ser su hija.

Por consiguiente, no sorprende a nadie que las encuestas hayan probado una baja drástica de la popularidad de Juan Carlos al final de su reino. Evidentemente, el rey Felipe, ahora familiarizado con los escándalos de la Corona, es el que tiene que reconstituir y promover una monarquía más abierta y transparente.

Una firme orientación a la izquierda: Juan Carlos 0 - 1 Podemos

Entonces, ¿Qué tiene que ver todo eso con el deterioro del sistema bipartidista en España (centro-izquierda, PSOE, y centro-derecha, PP) y la emergencia de Podemos? Pues, como jefe de estado, el monarca desempeña un papel clave en la vida política. No obstante, con la dinámica política versátil que conoce España este año, Felipe podría encontrarse en una situación difícil dentro de poco. Los ciudadanos españoles han asociado a su padre con los problemas de España: la mala gestión económica, el paro y la corrupción, para citar sólo unos de ellos.

Fue en este momento que Podemos hizo su entrada. El nuevo partido de izquierda, dirigido por Pablo Iglesias, emergió durante el año pasado principalmente en respuesta a esos problemas, y este partido no apoya la monarquía como el PSOE o el PP. En noviembre de 2014, Iglesias declarónque si su partido ganara las próximas elecciones generales, los españoles tendrían que expresarse con respecto al porvenir de la monarquía gracias a un referéndum. Con tal declaración, no hace falta precisar el incremento importante del número de partidarios de Podemos, y que los sentimientos antimonárquicos y contra los institucionalistas que siguen creciendo en todo el país amenazan al Rey. Su destino depende de las próximas elecciones generales. Como fue el caso en Grecia, España experimentará sin duda un mayor giro hacia la izquierda como consecuencia de los años de medidas de austeridad que empujaron a los votantes hasta el límite. 

Con respecto al bipartidismo político, durante la era española postfascista gobernaron alternativamente el PSOE y el PP, ambos ligados a sus propios escándalos de corrupción. Podemos ofreció a quienes inundaron las calles de España durante las manifestaciones contra la austeridad una manera de expresar su frustración y su rabia contra las instituciones corruptas del gobierno que no logró protegerles. El año pasado, a pesar de una escasez de participación, las elecciones europeas permitieron a Podemos alcanzar renombre, aunque había nacido 4 meses antes, contando con el 8% de los votos. Hace falta recordar que el PP y el PSOE, que solían reunir juntos el 70% de los votos, sólo ganaron respectivamente el 16% y el 15,8%.

Este crecimiento de popularidad es estable, a pesar de las críticas por falta de ideología concreta. Iglesias prometió deshacerse de la austeridad y preocuparse de la corrupción, recordando a los españoles los motivos del asalto a la Puerta del Sol cuatro años antes. El fin de semana pasado, después de la elección de Syriza en Grecia, miles de personas afluyeron una vez más en las calles de Madrid. Vinieron de todas partes del país  (llenaron 260 autobuses), invitadas por Iglesias a mostrar su apoyo y la fuerza de su campaña electoral.

Acertadamente, los españoles quieren un gobierno que actúe por el interés de sus ciudadanos. Y en nuestra época, tener un monarca como jefe de estado es un poco obsoleto. La trayectoria académica y los ideales de una nueva era del rey Felipe parecen convenir para dirigir la España del siglo XXI. Sin embargo, el país accedió al estatuto de “democracia” en 1977 tras las primeras elecciones postfranquistas, y no hay nada menos democrático que no tener la posibilidad de elegir a su jefe de estado y comandante en jefe de las fuerzas armadas. Además, no se puede usar la constitución como excusa para que no cambien los puestos de responsabilidad.  

Esta excusa la usó Rajoy como principal argumento para negar la independencia de los catalanes, mientras que cuando se trata de adaptar la ley de sucesión para la hija del rey Felipe (en el caso de que naciera un niño varón real), la ley suprema de España de repente se abre al cambio. El uso de la constitución según su voluntad es una forma de abuso del poder, el tipo de abuso del cual España necesita destacarse.

Al final, el incremento de la popularidad de Podemos, entre las masas que piden la restauración de la República representa sin duda una amenaza para el nuevo rey, y se convertirá en un desafío si gana las elecciones generales el partido. Tenemos que darnos cuenta de la posibilidad de que el partido populista de izquierda no tenga lo necesario para gobernar un país, a pesar de la fantástica herramienta que posee para movilizar a la población frustrada y desesperada, en cuyo caso Felipe se encuentra protegido unos años más. Sigue existiendo el debate a propósito de la posición política e ideológica del partido, y sobre todo con respecto a las soluciones para España. En breve saldrá la segunda parte que describe en detalle los retos a los cuales se tendrán que enfrentar Podemos y su credibilidad. ¿Sólo se funda sobre reacciones emocionales el apoyo para Podemos o puede proyectarse lejos en las próximas elecciones? “En una democracia normal, ¿se tiene que elegir al Jefe de Estado considerando la sangre o los votos?” Pablo Iglesias.