Bélgica: el núcleo de una europa turbia

Carolina Duarte de Jesus, traducido por María Alejandra Paixão
1 Décembre 2014


Pese a ser el núcleo de la Unión Europea, Bélgica ha sido un país políticamente inestable desde hace varios años. Después de haber pasado un año sin gobierno, al poder belga le cuesta encontrar un nuevo equilibrio. Durante la manifestación del 6 de noviembre, la cual reunió a más de 100.000 personas, la población pudo expresar su insatisfacción.


Crédit RTBF
Bélgica es un Estado federal, cuyo poder ejecutivo está en manos del Rey y de sus ministros. El país está compuesto por las comunidades flamenca, francesa y germanófona, repartidas en las regiones de Flandes, Bruselas-capital y Valonia. El sistema federal va de la mano con una monarquía constitucional y parlamentaria. El Rey, símbolo de la unidad del país, firma las leyes del Parlamento y juega el papel de mediador.

Constantes crisis políticas

Tras las elecciones legislativas del 2007, el país permaneció 194 días sin gobierno, y se tuvo que esperar hasta el 20 de marzo del 2008 para establecer uno nuevo. En el 2010 surgió el mismo problema, sólo que esta vez fue más grave, ya que fueron 541 días sin directiva. En los dos casos, la creación de un gobierno resultó ser complicada, sobre todo debido a la obligación de una coalición.

El actual gobierno federal, instaurado el 25 de mayo del 2014, está compuesto por un Primer ministro socialista y por un Parlamento mayoritariamente de derecha. Las primeras elecciones legislativas del 2007 fueron las que impidieron una crisis política. Sin embargo, un mes después de las elecciones, el Primer ministro belga no logró formar una coalición, por lo que se temió otra crisis. Afortunadamente, pudo ser evitada gracias al nombramiento de otro primer ministro, esta vez proveniente del Movimiento Reformador, organización política belga de centro-derecha. Frente a esto, crece una nueva inquietud: la insatisfacción de una parte de la población frente a las medidas del gobierno, cuya mayoría es de derecha.

El movimiento de trabajadores más grande desde 1986

En el año 1986, 200.000 personas se manifestaron en las calles de Bruselas para protestar contra las medidas de austeridad. El pasado 6 de noviembre, hubo 100.000 manifestantes según la policía, y 120.000 según los organizadores. Treinta años después, las razones siguen siendo las mismas. Los principales manifestantes fueron los sindicatos, pero hubo también estudiantes y organizaciones feministas. Entre los más presentes, figuraron la Central General De los Servicios Públicos (CGSP,por sus siglas en francés), y la Federación General de los Trabajadores Belgas (FGTB).

Gilbert Lieben, encargado del FGTB, nos explica la voluntad de los manifestantes: “Nosotros queremos que el gobierno federal cambie su política. Su programa, organizado desde hace algunas semanas, se inclina bastante hacia la derecha: eliminar la indexación salarial, es decir, el aumento de salarios de acuerdo al precio, y el aumento de los impuestos sobre el consumo…”. Afirma que muchas de estas medidas no se tratan más que de un endurecimiento de las políticas anunciadas durante las campañas electorales.

Para Fabien Houlmont, comisario miembro de la CGSP, “la democracia no forma parte de una democracia parlamentaria. […] Una sociedad pasiva y harmoniosa se basa en el diálogo y el acuerdo”. Él quiere, por lo tanto, “asegurarse que el gobierno belga tome medidas más equilibradas, [especialmente] en materia de financiamiento de pensiones y seguridad social.” Según él, ésta fue la principal reivindicación de la manifestación.

En sus testimonios, los dos manifestantes nos explicaron que el gobierno había endurecido las propuestas de base. De igual manera, Houlmont enfatizó la importancia de la democracia social. Sin embargo, otras personas no comparten su misma opinión. Es el caso de Sylvain, un militante del Movimiento Reformador, que declaró estar en contra de la manifestación “por varias razones: algunas reivindicaciones no deberían haber tenido lugar, como por ejemplo el reemplazo de uno de cada cinco funcionarios, la medida del gobierno valón, y también creo que los manifestantes no le dan una oportunidad al nuevo gobierno. […] Puedo entender que el PS (Partido Socialista) esté decepcionado por no ser parte del gobierno, pero juegan con el miedo de la población, cosa que no es normal.” Igualmente, al citar el ejemplo de la ‘Marcha blanca’, que reunió a más de 300.000 personas hace veinte años, relativiza en relación al número de manifestantes – que no representan más del 1% de la población belga.  

La oposición que mantiene su lugar

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El gobierno, por su lado, declara que “los sindicatos no tienen otra alternativa. Ellos quieren que copiemos a Francia, sabiendo que ese país está en una situación peor.” De tal manera, afirma que su política no tiene otra opción, y que por lo tanto no responderá a las reivindicaciones de la manifestación.

Denis Ducarme, diputado del MR en el Parlamento, señaló durante una entrevista que el partido no hacía más que seguir las guías del gobierno. También afirma que estas medidas son necesarias para el restablecimiento del país y el aguante de las presiones de la Unión Europea, y que en ningún caso debería ser objeto de sorpresa. Aún así, declara que ante un grupo de reformas que no son aprobadas por todos, las manifestaciones son normales, y que el ministerio está listo para dialogar con los sindicatos, paso necesario según los acuerdos del gobierno.

Las reivindicaciones, desacreditadas por la violencia

Las imágenes difundidas muestran una manifestación violenta. Camiones ardiendo, cañones de agua, y la policía tratando de disipar la oleada de manifestantes a punta de matraca son las típicas escenas de una manifestación degradada. Hubo ciento once víctimas, trece arrestos y un hombre bajo allanamiento, además de que once coches fueron incendiados y sesenta y dos arruinados.

Sin embargo, como lo afirma Lieben, los causantes de todo esto no fueron los manifestantes. “Desafortunadamente, la presencia de algunos sujetos que buscaban los incidentes, además del consumo de bebidas alcohólicas, en el caso de algunos, conllevaron a estos incidentes inaceptables.” Houlmont también nos explica que “para los agentes de policía que estaban a cargo del servicio de orden, especialmente en la estación de Bruselas-Sur (gare du Midi), fue un calvario… Enfrentarse a una tal violencia puede resultar particularmente difícil y frustrante…”

Es interesante ver como los opositores se posicionan de la misma manera. Sylvain, el militante del MR, afirma que “en general siempre hay delincuentes en las manifestaciones, por lo que no estoy particularmente sorprendido que haya habido esta vez. Destruir los bienes ajenos, además de los bienes públicos, es repugnante, pero no siempre es la culpa de los organizadores.” Según él, no hay que asociar delincuente y manifestante. Ducarme, por su lado, nos explica que es “una minoría excesiva la que causa violencia. Algunos miembros del gobierno le lanzan una imagen negativa al conjunto de manifestantes. De todas formas, existe un tipo de violencia muy seria, doce policías heridos. Pero sería completamente ridículo e ignorante proyectar estos actos de violencia sobre el conjunto de manifestantes, ya que la mayoría actuó por conciencia ciudadana.”

Varios testigos vieron a los delincuentes, o “ladronzuelos” insultando a inmigrantes y sus parientes durante la manifestación. La hipótesis más viable es que estos “ladronzuelos” pertenezcan a grupos de extrema derecha, presentes con el único fin de desacreditar la manifestación. Fabien Houlmont nos explica que “a veces, a la extrema izquierda, le gusta desquitarse con la policía, pero jamás atacan a los inmigrantes. Por lo tanto, estoy casi seguro que estos locos salvajes eran extremistas de derecha.”